7

676 57 1
                                    

Al día siguiente, Theresa se despertó y Hermione ya estaba en la cama de al lado. Despierta, leyendo un libro.

- Buenos días -le dijo sin quitar la vista de la lectura-. ¿Dónde te metiste?

- Me perdí y no os encontré, así que decidí volver a la sala común... -se miró las uñas-. ¿Cómo fue?

- Malfoy no apareció -se encogió de hombros Hermione. Theresa ya lo sabía.

Luego de eso, ambas se vistieron y bajaron a desayunar. En el Gran Comedor, Harry le contó a la chica sobre el perro de tres cabezas que vieron ayer, que albergaba un pequeño paquete el cual Harry vio en Gringotts.

- Es algo muy valioso, o muy peligroso -dijo Theresa.

- O las dos cosas -opinó Ron.

Hermione se negaba a hablar con Harry y Ron, pero como era una sabihonda mandona, los chicos lo consideraron como un premio.

Una semana más tarde, las lechuzas volaban por el Gran Comedor. La atención de todos se fijó de inmediato en un paquete largo y delgado, que llevaban seis lechuzas blancas. Harry se sorprendió mucho cuando las lechuzas bajaron y dejaron el paquete frente a él, tirando al suelo su tocino. El paquete venía con una carta.

Harry tuvo dificultades para ocultar su alegría, mientras les alcanzaba la nota a Theresa y a Ron.

- ¡Una Nimbus 2000! -gimió Theresa.

- Yo nunca he tocado ninguna -se lamentó Ron.

Salieron rápidamente del comedor para abrir el paquete en privado, antes de la primera clase, pero a mitad de camino se encontraron con Crabbe y Goyle, que les cerraban el camino. Draco le quitó el paquete a Harry y lo examinó.

- Es una escoba -dijo, devolviéndolo bruscamente.- Esta vez lo has hecho, Potter. Los de primer año no tienen permiso para tener una.

Ron no pudo resistirse.

- No es ninguna escoba vieja -dijo-. Es una Nimbus 2000. ¿Cuál dijiste que tenías en casa, Malfoy, una Comet 260? Las Comet parecen veloces, pero no tienen nada que hacer con las Nimbus.

- ¿Qué saber tú, Weasley, si no puedes comprar ni la mitad del palo? -replicó Draco-. Supongo que tú y tus hermanos tenéis que ir reuniendo la escoba ramita a ramita.

Theresa iba a intervenir pero el profesor Flitwick apareció.

- No os estaréis peleando, ¿verdad, chicos? -preguntó con voz chillona.

- A Potter le han enviado una escoba, profesor -dijo el rubio rápidamente.

- Sí, sí, está muy bien. La profesora Mcgonagall me habló de las circunstancias especiales, Potter. ¿Y qué modelo es?

- Una Nimbus 2000, señor -dijo Harry-. Y realmente es gracias a Malfoy que la tengo.

Harry y Ron se despidieron de Theresa en las escaleras. Antes de que Draco y sus gorilas se fueran, el rubio le metió algo en el bolsillo de la túnica a la chica.

Theresa fue de nuevo al Gran Comedor, en busca de Hermione. De camino, leyó el papelito que Draco le había dado.

A las seis en la torre. No tardes.

Era lo único que la nota decía. En la puerta del comedor, la castaña buscó a su amiga pero no la encontró. En lugar de eso, dos pelirrojos aparecieron frente a ella.

- Hola -dijo George.

- ¿Qué tal? -preguntó Fred.

- Hola, chicos. Bien, ¿y vosotros?

- Excelentes -dijeron al unísono.

- ¿Habéis visto a Hermione? -les preguntó.

- Lo sentimos, pequeña rebelde, pero no -contestó Fred sonriendo. La chica lo miró divertida.

- Bueno, debo ir a la clase de Encantamientos, zanahoria, ¡hasta luego! -se despidió y corrió hasta su clase.

El profesor Flitwick puso a la clase por parejas para que practicaran. La pareja de Theresa era Harry. Ron, sin embargo, tuvo que trabajar con Hermione. Era difícil decir quién estaba más enfadado de los dos.

Harry intentaba hacer levitar la pluma, pero no se movía del pupitre.

- Wingardium leviosa -dijo Theresa, y la pluma llegó hasta el techo.

- ¡Oh, bien hecho! -aplaudió el profesor-. ¡Mirad, Theresa Stone lo ha conseguido!

En la mesa próxima, Ron y Hermione peleaban.

- Lo estás diciendo mal -dijo Hermione-. Pronuncia gar más claro y más largo.

- Dilo tú, entonces, si eres tan inteligente -dijo el pelirrojo con rabia.

Hermione se arremangó las mangas de su túnica, agitó la varita y dijo las palabras mágicas. La pluma se elevó del pupitre y llegó hasta más de un metro por encima de sus cabezas.

- ¡Muy bien! ¡Hermione Granger también lo ha logrado! -la felicitó el profesor. Theresa le sonrió a su amiga, y ésta le devolvió la sonrisa.

Al finalizar la clase, ambas caminaban detrás de los chicos. Ron hablaba demasiado alto.

- No es raro que nadie la aguante -dijo. Theresa miró a su amiga y ya estaba llorando-. Es una pesadilla, te lo digo en serio.

La chica chocó contra Harry y caminó a paso rápido con la cabeza gacha.

- Creo que te ha oído- dijo el azabache.

- ¿Y qué? -dijo Ron-. Ya debe haberse dado cuenta de que no tiene amigos.

Theresa se puso frente a ellos, impidiéndoles el paso.

- ¡Eres un tonto, Ronald! Ella es mi amiga -los fulminó a ambos con la mirada y empezó a buscar a su amiga por todo el castillo.

Buscó por más de una hora y no la encontró. Tenía que ir a su siguiente clase, y a cada rato miraba a la puerta por si veía a su amiga entrar por ella.

La mañana entera pasó y nadie había visto a Hermione. Theresa no les dirigió la palabra ni a Harry ni a Ron, a pesar de que éstos lo habían intentado.

A las seis menos cuarto salió de la sala común de Gryffindor para dirigirse a la torre de Astronomía. Cuando llegó, Draco ya estaba allí.

- Hola -dijo sonriendo cuando la vio llegar. Su mirada se iluminó.

La chica sonrió levemente y le dio un beso en la mejilla a su amigo.

- ¿Qué te pasa? -el rubio la agarró de las mejillas para que lo mirara.

- No me pasa nada -sonrió mirando a su mejor amigo a los ojos, y suplicando que todo volviera a ser como antes.

- No te creo. Puedes contarme -se sentó frente a ella.

- Te echo de menos -dijo sin pensárselo. El chico pestañeó ante la naturalidad de las palabras de su amiga.

- Pero estoy aquí, contigo -susurró él.

- No, Draco, no lo estás. Ya nada es como antes -las lágrimas resbalaban por las mejillas de Theresa.

- Si hubieras quedado en Slytherin estaríamos juntos siempre -le espetó Draco. Theresa se levantó.

- Con que es eso, ¿no? No quieres que te vean conmigo... -se cruzó de brazos.

- Entiéndeme... -el chico dio un paso hacia ella pero esta retrocedió.

- No, Draco. Me he cansado de entenderte. Es hora de que empieces a entenderme a mí -la castaña de sacudió la túnica y salió de la torre de astronomía, dejando a un rubio completamente solo.

treat you better;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora