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Al día siguiente, bajo el techo encantado, que aquel día estaba de un triste color gris, las cuatro grandes mesas correspondientes a las cuatro casas estaban repletas de soperas con gachas de avena, fuentes de arenques ahumados y montones de tostadas y platos con huevos y beicon. Harry y Ron llegaron y se sentaron junto a Hermione y Theresa.

- El correo llegará en cualquier momento -dijo Neville-; supongo que mi abuela me enviará todo lo que me he olvidado.

Efectivamente, Theresa acababa de empezar sus huevos con beicon cuando un centenar de búhos penetraron con estrépito en la sala, volando sobre sus cabezas, dando vueltas por la estancia y dejando caer cartas y paquetes sobre la alborotada multitud.

Theresa recibió una bolsita de seda con más galeones, junto a una carta de sus padres en la que decían que esperaban verla en navidades para cenar junto a los Malfoy. Theresa no tenía ningún entusiasmo por ello.

Un segundo después, una cosa gris cayó sobre su taza, salpicándolos a todos de leche y plumas.

- ¡Errol! -dijo Ron, sacando por las patas al empapado búho. Errol se desplomó, sin sentido, sobr la mesa- ¡No...!

- No te preocupes, no está muerto -dijo Hermione, tocando a Errol con la punta del dedo.

- No es por eso... me han enviado un vociferador -dijo con un hilo de voz.

- Será mejor que lo abras, Ron -dijo Neville-. Si no lo hicieras, sería peor. Yo no abrí uno de mi abuela y... fue horrible.

- ¿Qué es un vociferador? -preguntó Harry.

Ron fijaba toda su atención en la carta, que había empezado a humear por las esquinas.

- Ábrela -urgió Theresa-. Será cuestión de unos minutos.

Ron alargó una mano temblorosa, le quitó a Errol el sobre y lo abrió. Theresa se tapó los oídos con las manos. En el salón se oyó un bramido tan potente que desprendió polvo del techo.

- ...ROBAR EL COCHE, NO ME HABRÍA EXTRAÑADO QUE TE EXPULSARAN; ESPERA A QUE TE COJA, SUPONGO QUE NO TE HAS PARADO A PENSAR LO QUE SUFRIMOS TU PADRE Y YO CUANDO VIMOS QUE EL COCHE NO ESTABA...

Los gritos de la señora Weasley hacían tintinear los platos y las cucharas en la mesa. En el salón, la gente se volvía hacia los lados para ver quién era el que había recibido el vociferador.

- ...ESTA NOCHE LA CARTA DE DUMBLEDORE, CREÍ QUE TU PADRE SE MORÍA DE LA VERGÜENZA, NO TE HEMOS CRIADO PARA QUE TE COMPORTES ASÍ, HARRY Y TÚ PODRÍAIS HABEROS MATADO...

Theresa y Hermione se dedicaron una mirada fugaz.

- ...COMPLETAMENTE DISGUSTADO, EN EL TRABAJO DE TU PADRE ESTÁN HACIENDO INDAGACIONES, TODO POR CULPA TUYA, Y SI VUELVES A HACER OTRA, POR PEQUEÑA QUE SEA, TE SACAREMOS DEL COLEGIO.

Se hizo un silencio en el que resonaban aún las palabras de la carta. El sobre rojo se convirtió en cenizas. Algunos rieron y, poco a poco, el habitual alboroto retornó en el salón.

Hermione miró a Ron.

- Bueno, no sé lo que esperabas, Ron, pero tú...

- No me digas que me lo merezco -atajó Ron.

La profesora McGonagall recorría la mesa de Gryffindor entregando los horarios. Theresa cogió el suyo y vio que tenían en primer lugar dos horas de Herbología con la casa de Hufflepuff.

Los cuatro juntos se dirigieron a los invernaderos donde crecían las plantas mágicas. Esperaron a la profesora Sprout, y la vieron acercarse con paso decidido a través de la explanada, acompañada por Gilderoy Lockhart. La profesora llevaba un montón de vendas en los brazos. Theresa vio a lo lejos que el sauce boxeador tenía varias de sus ramas en cabestrillo, y miró mal a Harry y a Ron.

La profesora Sprout era una bruja pequeña y rechoncha que llevaba un sombrero remendado sobre la cabellera suelta. Sus ropas siempre estaban manchadas de tierra, y si la señora Stone hubiera visto cómo llevaba las uñas, se habría desmayado. Lockhart, sin embargo, iba inmaculado con su túnica color turquesa y su pelo dorado bajo un sombrero turquesa con ribetes de oro.

- ¡Hoy iremos al Invernadero Tres, muchachos!

Se oyeron murmullos de interés. Hasta entonces, sólo habían trabajado en el Invernadero 1. En el 3 había plantas mucho más interesantes y peligrosas. A Theresa le llegó el olor de la tierra húmeda nada más se abrió la puerta. Entró delante de sus amigos, y oyó a Lockhart gritar:

- Profesora Sprout, no le importa si retengo a Harry por un par de minutos, ¿verdad?

Lockhart se llevó a Harry y cuando volvió, empezó la clase.

- Hoy vamos a dedicarnos a replantar mandrágoras. Veamos, ¿quién puede decirme qué propiedades tiene la mandrágora?

Hermione alzó la mano.

- La mandrágora o mandrágula, es un reconstituyente muy eficaz. Se utiliza para volver a su estado original a la gente que ha sido transformada o encantada.

- Excelente, diez puntos para Gryffindor. La mandrágora es un ingrediente esencial en muchos antídotos. Pero también es peligrosa. ¿Quién me puede decir por qué?

Theresa levantó la mano antes que Hermione, sin quererlo. Vio que la rizada la miraba entre sorprendida y enfadada.

- El llanto de la mandrágora es fatal para quien lo oye -dijo instantáneamente Theresa.

- Exacto. Otros diez puntos. Bueno, las mandrágoras de aquí son aún muy jóvenes. Poneos unas orejeras cada uno.

Hubo un forcejeo porque todos querían coger las únicas que no eran de peluche ni de color rosa.

- Cuando os las podáis quitar, levantaré el pulgar. De acuerdo, poneos las orejeras.

Theresa se las puso rápidamente. Insonorizaban completamente los oídos. La profesora cogió una de las plantas y tiró de ella con fuerza. Theresa dejó escapar un grito de sorpresa que nadie pudo oír.

En lugar de raíces, surgió de la tierra un niño recién nacido, pequeño, lleno de barro y extremadamente feo. Se veía que lloraba con toda la fuerza de sus pulmones. La profesora metió la mandrágora en una maceta y la cubrió con tierra abonada, negra y húmeda. La profesora se sacudió las manos, levantó el pulgar y se quitó las orejeras.

Después, ellos mismos hicieron lo mismo con las mandrágoras. Al final de la clase, Theresa, al igual que los demás, estaba empapada en sudor, le dolían varias partes del cuerpo y estaba llena de tierra. Volvieron al castillo para lavarse un poco, y los de Gryffindor fueron corriendo a la clase de Transformaciones.

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