Cogieron todo lo que habían comprado y, siguiendo al señor Weasley, se internaron a toda prisa en el bosque por el camino que marcaban los faroles. Oían los gritos, las risas, los retazos de canciones de los miles de personas de iban con ellos. Theresa no podía dejar de sonreír. Caminaron por el bosque hablando y bromeando en voz alta unos veinte minutos, hasta que al salir por el otro lado se hallaron a la sombra de un estadio colosal
- Hay asientos para cien mil personas -explicó el señor Weasley.
Se encaminaron hasta la entrada más cercana, que ya estaba rodeada por un enjambre de brujas y magos bulliciosos.
- ¡Asientos de primera! -dijo la bruja del Ministerio apostada en la puerta, al comprobar sus entradas-. ¡Tribuna principal! Todo recto escaleras arriba, Arthur, arriba de todo.
Subieron con la multitud, que poco a poco iba entrando por las puertas que daban a las tribunas que había a derecha e izquierda. Ellos siguieron subiendo hasta llegar al final de la escalera y se encontraron en una pequeña tribuna ubicada en la parte más elevada del estadio. Contenía unas veinte butacas de color rojo y dorado, repartidas en dos filas. Theresa tomó asiento con los demás en las filas de delante y observó el estadio que tenían a sus pies.
Cien mil magos y brujas ocupaban sus asientos en las gradas dispuestas en torno al largo campo oval. Todo estaba envuelto en una misteriosa luz dorada que parecía provenir del mismo estadio. El campo parecía forrado de terciopelo.
Durante la siguiente media hora se fue llenando lentamente la tribuna. Llegó el ministro de magia, Cornelius Fudge, y comenzó a hablar con Harry amistosamente. Theresa hablaba con Ron hasta que oyó que el ministro decía:
- ¡Ah, ahí está Lucius!
Theresa, Ron y Hermione se volvieron rápidamente. Los que se encaminaban hacia tres asientos aún vacíos de la segunda fila, justo detrás de Theresa, Fred y George, no eran otros que los Malfoy.
- ¡Ah, Fudge! -dijo el señor Malfoy-. ¿Cómo estás? Me parece que no conoces a mi mujer, Narcisa, ni a nuestro hijo, Draco.
- ¿Cómo está usted?, ¿cómo estás? -saludó Fudge-. Permítanme presentarles al señor Oblansk... Obalonsk... al señor.... Bueno, es el ministro búlgaro de Magia, y, como no entiende ni jota de lo que digo, da lo mismo. Veamos quién más... supongo que conoces a Arthur Weasley.
Fue un momento muy tenso. Los dos señores se miraron el uno al otro. La última vez que se habían visto, había sido en la librería Flourish y Blotts, y se habían peleado.
- Por dios, Arthur -dijo el señor Malfoy con suavidad-, ¿qué has tenido que vender para comprar las entradas en la tribuna principal?
El señor Malfoy observó a Hermione, que se puso algo colorada pero le devolvió la mirada con determinación. Theresa supo qué era lo que provocaba esa mueca de desprecio en los labios del señor Malfoy: consideraba de segunda clase a cualquiera que procediera de familia muggle.
Sus ojos se dirigieron a Theresa y los abrió con sorpresa.
- ¡Tessa, querida! -lanzó una sonrisa sincera-. ¡No me acordaba que vendrías!
Theresa vio por el rabillo del ojo como todos los Weasley, Harry y Hermione fruncían el ceño ante la cariñosa actitud del señor Malfoy. Theresa se levantó y se acercó a él y a su familia.
- ¿Qué tal, señor Malfoy? -le dio un breve abrazo y se acercó a Narcisa.
- ¡Tessa, cielo, qué guapa estás! -la mujer le dio un abrazo más prolongado y un beso en la mejilla, a pesar de que hace apenas tres días que no se veían.
- Me alegro de verte, Cissy -sonrió Theresa. Se volvió hacia Draco, que dejó su batalla de miradas con Fred y le sonrió levemente a la chica.
- Hola -dijo Theresa, algo nerviosa. Era extraño saludar a Draco delante de sus amigos. El rubio dio un paso hacia ella y le dio un beso en la mejilla, seguido de un suave apretón en el hombro. Theresa volvió a sonreír.
- Tess, esto va a empezar -oyó la voz de Fred a sus espaldas. Draco emitió un gruñido. Theresa se separó de él y volvió a su asiento, entre los gemelos. Draco se sentó entre sus padres.
Ludo Bagman sacó la varita, se apuntó con ella a la garganta y dijo:
- ¡Sonorus! -su voz se alzó por encima del estruendo de la multitud-. Damas y caballeros... ¡bienvenidos! ¡Bienvenidos a la cuadringentésima vigésima segunda edición de la Copa del Mundo de Quidditch!
Los espectadores gritaron y aplaudieron. Ondearon miles de banderas. Un enorme panel apareció enfrente y mostró: BULGARIA: 0; IRLANDA: 0.
- Y ahora, damas y caballeros, ¡demos la calurosa bienvenida a la selección nacional de quidditch de Bulgaria! Con ustedes... ¡Dimitrov! ¡Ivanova! ¡Zograf! ¡Levski! ¡Vulchanov! ¡Volkov! yyyyyyyyy... ¡Krum!
Viktor Krum era delgado, moreno y de piel cetrina, con una nariz grande y curva y cejas negras y muy pobladas. Costaba creer que sólo tuviera dieciocho años.
- Y recibamos ahora con un cordial saludo ¡a la selección nacional de quidditch de Irlanda! Les presento a... ¡Connolly! ¡Ryan! ¡Troy! ¡Mullet! ¡Moran! ¡Quigley! yyyyyyyyyy... ¡Lynch!
Siete borrones de color verde rasgaron el aire al entrar en el campo de juego.
- Y ya por fin, llegado desde Egipto, nuestro árbitro ¡Hasán Mustafá! ¡Comieeeeeeenza el partido!
Aquello era quidditch como Theresa no había visto nunca. La velocidad de los jugadores era increíble. Krum no parecía usar una escoba voladora: se movía con tal agilidad que más bien parecía ingrávido.
El partido iba 170 a 10 a favor de Irlanda cuando Viktor Krum atrapó la snitch.
- ¡IRLANDA HA GANADO! -voceó Bagman, que, como los mismos irlandeses, parecía desconcertado por el repentino final del juego-. ¡KRUM HA COGIDO LA SNITCH, PERO IRLANDA HA GANADO! ¡Dios Santo, no creo que nadie se lo esperaba!
- ¿Y para qué ha cogido la snitch? -exclamó Ron-. ¡El muy idiota ha dado por finalizado el juego cuando Irlanda les sacaba 160 puntos de ventaja!
Theresa miró a los gemelos, sorprendida.
- ¡Chicos! ¡La apuesta! -gritó. Los gemelos la miraron con una sonrisa de superioridad.
- Lo sabemos, querida Tessa -dijo George.
- Y ahora gracias a ti, ganaremos más dinero para los tres.
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treat you better;
FanfictionTheresa conocía a Draco desde que eran unos niños, se habían criado juntos. En Hogwarts, los seleccionaron para casas separadas, pero eso no frenó la amistad que se tenían, o eso creía Theresa. En su casa, conoce a Harry Potter y Fred Weasley, unos...