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El verano en la mansión Stone era exactamente igual que todos los veranos desde que estaba en Hogwarts; las pocas horas de luz que había en el Londres mágico las aprovechaba jugando al quidditch en su jardín y las noches las pasaba haciendo deberes y estudiando. Le encantaba ser una bruja, y todo lo aprovechaba infiltrándose más entre las líneas de los libros de magia.

Theresa debía hacer una redacción sobre <La inutilidad de la quema de brujas en el siglo XIV>. Tenía delante de sí un libro grande, encuadernado en piel, Historia de la Magia, de Adalbert Waffling. Con su preciada pluma de pavo real, destapó el tintero, mojó la pluma y comenzó a escribir todo lo que consideraba de importancia. En eso se basaban sus noches: hacer los deberes que les habían mandado hasta que sus ojos no aguantaban más y se quedaba dormida con el libro abierto sobre el pecho. Era siempre así, cada verano, cada día.

Nada más empezar las vacaciones, Theresa les pidió a sus padres que compraran un teléfono muggle, para llamar a Harry. Así lo hizo, pero su llamada no resultó tan agradable como creía; la chica no sabía cómo funcionaba ese trasto, pero llamó al número que Harry le había dado:

- ¿Diga? -oyó una voz de un hombre.

- ¿HOLA? ¿HOLA? ¿ME OYE? ¡QUISIERA HABLAR CON HARRY POTTER! -Theresa le gritaba al auricular del teléfono.

- ¿QUIÉN ES? -voceó el tío de Harry-. ¿QUIÉN ES?

- ¡THERESA STONE! -gritó Theresa a su vez-. SOY UNA AMIGA DE HARRY, DEL COLEGIO.

- ¡AQUÍ NO VIVE NINGÚN HARRY POTTER! -gritó-. ¡NO SÉ DE QUÉ COLEGIO ME HABLA! ¡NO VUELVA A LLAMAR AQUÍ! ¡NO SE ACERQUE A MI FAMILIA! -y colgó el teléfono. Theresa se sintió estúpida, aunque sabía perfectamente que estaba llamando a casa de los Dursley. Sólo esperaba que Harry no se llevara una gran reprimenda por su culpa. Theresa no volvió a llamar.


Cuando los ojos ya le picaban del cansancio, miró el reloj de la pared de su habitación y se dio cuenta de que faltaban escasos minutos para que fuera 31 de julio. El día en el que Harry cumplía trece años. Bajó hasta el salón con cuidado de no hacer mucho ruido y cogió a Zeus, el búho de su familia. Le ató en la pata el regalo que tenía para Harry con una tarjeta de felicitación, y el animal emprendió vuelo.

En la tarjeta, Theresa escribió:

Querido Harry:

¡Felices trece años!

Siento mucho lo de la llamada de teléfono. Espero que los muggles no te dieran un mal rato. Mi madre opina que no debería haber gritado, pero yo pensaba que entonces tu tío no me oiría. Perdón de nuevo.

Mi verano no ha sido nada del otro mundo. Me he dedicado a practicar quidditch y a hacer deberes. No como Ron, ¡ha viajado a Egipto! El señor Weasley se merecía ese premio. Han salido en la portada de El Profeta, es genial. Y Hermione está en Francia. Qué envidia.

Ron, Hermione y yo hemos quedado en vernos en el callejón Diagon a una semana de que comience el curso. ¿Crees que podrías ir? Te echo de menos.

¡No dejes que los muggles te depriman o tendré que presentarle al señor Puño a tu primo, jaja!

Postdata: Ron me ha dicho que Percy ha recibido el Premio Anual. A Ron no parece que le haga mucha gracia.

Besos de

                                                                                                                                                                          Tess xx

treat you better;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora