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Las cosas no podían haber salido peor.

Filch los llevó al despacho de la profesora McGonagall, donde se sentaron a esperar. Theresa temblaba.

¿Pensaban que las cosas no podían estar peor? Estaban equivocados. Cuando la profesora Mcgonagall apareció, llevaba a Neville.

- ¡Harry! Estaba tratando de encontrarte para prevenirte, oí que Malfoy decía que iba a atraparte, dijo que tenías un drag...

Harry negó violentamente con la cabeza, pero la profesora McGonagall lo vió.

- Nunca lo habría creído de ninguno de vosotros. Quiero una explicación.

Nadie contestó.

- Estoy disgustada -dijo la profesora-. Cuatro alumnos fuera de la cama en una noche. Tú, Theresa Stone, pensé que tenías más sentido común. Y tú, Harry Potter... creía que Gryffindor significaba más para ti. Los tres sufriréis castigos... Sí, tú también, Longbottom. Se os descontarán cincuenta puntos de Gryffindor.

- ¿Cincuenta? -resopló Harry. Iban a perder el primer puesto.

- Cada uno.

- Profesora... por favor...

- Usted, usted no...

- Volved a la cama, todos.

Ciento cincuenta puntos perdidos. Eso situaba a Gryffindor en último lugar. Los tres chicos estaban realmente avergonzados. Al día siguiente, la historia se propagó.

- Se olvidarán en unas semanas. Fred y George han perdido puntos muchas veces desde que están aquí y la gente los sigue apreciando -dijo Ron.

- Bueno, pero nunca perdieron ciento cincuenta puntos de una vez, ¿verdad?

- No... -admitió.

- Hola, pequeña rebelde -escuchó Theresa a sus espaldas. Los recién nombrados gemelos la miraban con una expresión que no sabía descifrar. Les dedicó una leve sonrisa.

- ¿Quieres venir a dar un paseo? -ofreció George. Ella accedió. Los tres salieron a los jardines.

- ¿Estáis enfadados conmigo también? -preguntó ella mirándose los pies una vez que llegaron a su árbol de siempre.

- ¿Enfadados? ¿Por qué deberíamos estarlo? -dijo Fred con una sonrisa.

- Todo el mundo me mira mal e incluso varias chicas me han puesto la zancadilla por las escaleras -sollozó, sonándose los mocos.

- Oh, vamos. Nos parece algo honorable. ¡Merodeando por ahí a la una de la madrugada! -exclamó George.

- Aunque, permíteme decirte -habló Fred- que si hubieras tenido esto a mano -sacó un pergamino- el conserje no te habría descubierto.

- Tengo muchos pergaminos en mi habitación, Fred -rodó los ojos.

- No es un simple pergamino, niñita -habló esta vez George.

- Es el mapa del merodeador -dijeron los dos al unísono. Theresa frunció el ceño-. Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

Luego de esas palabras, en el pergamino comenzaron a verse letras y dibujos.

- ¿Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta? -preguntó la chica-. ¿De qué va esto?

- No sabemos quienes son, pero nos gustaría conocerlos algún día -sonrió Fred.

En el mapa aparecían muchísimos nombres en movimiento, seguidos por unas huellas. En el jardín, pudo ver THERESA, FRED Y GEORGE justo bajo el árbol en el que estaban.

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