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Al día siguiente, Theresa se despertó muy temprano, tanto que aún estaba amaneciendo. Se levantó, se vistió, cogió su Nimbus 2.001 y bajó a la sala común. Se sorprendió de ver a Harry ante la chimenea.

- ¿Desde cuando llevas aquí? -preguntó Theresa bostezando y sentándose a su lado.

- Desde las cuatro y media. Peeves me despertó soplándome la oreja.

- ¿Estás nervioso? -Harry se encogió de hombros.

- Vamos a desayunar.

Se reanimaron tomando un plato grande de gachas de avena y cuando ya habían empezado con las tostadas, apareció el resto del equipo.

- Va a ser difícil -dijo Wood sin probar bocado.

- Deja de preocuparte, Oliver -lo tranquilizó Katie-. No nos asustamos por un poquito de lluvia.

Pero era bastante más que un poquito de lluvia. Poco antes de entrar en el vestuario, Theresa vio a Draco, a Crabbe y a Goyle camino del campo de quidditch; cubiertos por un enorme paraguas, señalaban a Harry y se reían.

Los miembros del equipo se pusieron la túnica escarlata y aguardaron la habitual arenga de Wood, pero ésta no se produjo. Wood intentó varias veces hablarles, tragó saliva con un ruido extraño, cabeceó desesperanzado y les indicó por señas que lo siguieran.

El viento era tan fuerte que se tambalearon al entrar en el campo. A causa del retumbar de los truenos, no podían saber si la multitud los aclamaba.

Los de Hufflepuff se aproximaron desde el otro extremo del campo, con la túnica amarillo canario. Los capitanes de ambos equipos se acercaron y se estrecharon la mano. Diggory sonrió a Wood, pero Wood parecía tener ahora la mandíbula encajada y se limitó hacer un gesto con la cabeza.

- Montad en las escobas -dijo la señora Hooch.

Theresa sacó del barrio el pie derecho y pasó la pierna por encima de la Nimbus 2.001. La señora Hooch dio comienzo al partido.

Theresa se elevó rápidamente. Sostuvo tan firmemente su escoba como pudo y dio media vuelta ara a la lluvia, con los ojos entornados. Al cabo de cinco minutos, estaba calada hasta los huesos y helada de frío. Atrapó la quaffle y marcó un tanto, pero apenas podía escuchar la ovación del público. Estaba saturada.

Perdió la noción del tiempo. Era cada vez más difícil sujetar la escoba con firmeza. El cielo se oscureció, como si hubiera llegado la noche a plena mañana. Todos estaban ahora tan calados, y la lluvia era tan densa, que apenas podía distinguir a los jugadores de cada equipo.

Con el primer relámpago llegó el pitido de la señora Hooch. Theresa vio que Wood le indicaba que descendiera. Todo el equipo aterrizó en el barro.

- He pedido tiempo muerto -dijo.

Se apiñaron en el borde del campo, debajo de un enorme paraguas. Harry se quitó las gafas y se las limpió con la túnica.

- ¿Cuál es la puntuación?

- Cincuenta puntos a nuestro favor. Pero si no atrapamos la snitch, seguiremos jugando hasta la noche.

- Con esto me resulta imposible -respondió Harry, blandiendo las gafas. Theresa suspiró y sacó la varita de su túnica.

- Tengo una idea, Harry. Dame tus gafas, ¡rápido!

Se las entregó, y ante la mirada de sorpresa del equipo, golpeó las gafas con su varita y dijo:

- Impervius. -Y se las devolvió a Harry diciendo-: Ahí las tienes: ¡repelerán el agua!

Wood la hubiera besado:

- ¡Magnífico! -exclamó emocionado, dándole un abrazo-. ¡De acuerdo, vamos a ello!

Volvieron a montar sus escobas y Theresa marcó dos tantos más. Seguía entumecida por el frío y más empapada que nunca en su vida. Brilló otro rayo, seguido por el retumbar de un trueno. La cosa se ponía cada vez más peligrosa. Harry tenía que atrapar la snitch cuanto antes...

De repente, Theresa sintió aún más frío. Quitó su vista de la bludger que pasaba a toda velocidad por encima de su cabeza y bajo sus pies, vio al menos a cien dementores. Harry estaba cayendo a toda velocidad. Dio a parar sobre el campo, con un golpe sordo. Todos ahogaron un grito.

Theresa bajó de su escoba y corrió, junto al resto del equipo, hacia Harry que yacía desmayado. Lo llevaron a la enfermería. Todo el equipo esperó allí a que despertara, llenos de barro.

- Ha tenido suerte de que el terreno estuviera blando.

- Creí que se había matado.

- ¡Pero si ni siquiera se ha roto las gafas!

- Es lo más pavoroso que he visto en mi vida.

Theresa vio que Harry abrió los ojos de repente.

- ¡Harry! -exclamó Fred-. ¿Cómo te encuentras?

- ¿Qué sucedió? -dijo incorporándose en la cama, tan de repente que los demás ahogaron un grito.

- Te caíste -explicó George-. Debieron de ser... ¿cuántos? ¿Veinte metros?

- Creímos que te habías matado -dijo Angelina, temblando. Hermione dio un gritito. Tenía los ojos rojos de llorar.

- Pero el partido -preguntó Harry-, ¿cómo acabó? ¿Se repetirá?

Nadie respondió.

- ¿No habremos... perdido?

- Diggory atrapó la snitch -respondió Theresa- poco después de que te cayeras. No se dio cuenta de lo que pasaba. Cuando miró hacia atrás y te vio en el suelo, quiso que se anulara. Quería que se repitiera el partido. Peor ganaron limpiamente. Incluso Wood lo ha admitido.

- ¿Dónde está Wood?

- Sigue en las duchas -dijo Fred-. Parece que quiere ahogarse.

Harry acercó la cara a las rodillas y se cogió el pelo con las manos.

- Vamos, Harry, es la primera vez que no atrapas la snitch.

- Tenía que ocurrir alguna vez -dijo George.

Después de unos diez minutos, la señora Pomfrey llegó para mandarles que lo dejaran descansar.

- Luego vendremos a verte -dijo Fred-. No te tortures, Harry. Sigues siendo el mejor buscador que hemos tenido.

El equipo salió en tropel, dejando el suelo manchado de barro. Ron, Hermione y Theresa se acercaron un poco más a la cama de Harry.

- Dumbledore estaba muy enfadado -dijo Hermione-. Nunca lo había visto así. Corrió al campo mientras tú caías, agitó la varita mágica y entonces se redujo la velocidad de tu caída. Luego apuntó a los dementores con la varita y les arrojó algo plateado. Abandonaron inmediatamente el estadio... Se puso furioso...

- Entonces te puso en una camilla por arte de magia -explicó Ron-. Y te llevó al colegio flotando en la camilla. Todos pensaron que estabas...

Su voz se apagó. Harry alzó los ojos y preguntó:

- ¿Recogió alguien la Nimbus?

Ron, Hermione y Theresa se miraron.

- Eh...

- ¿Qué pasa? -preguntó Harry.

-Bueno, cuando te caíste... se la llevó el viento -dijo Hermione con voz vacilante.

- ¿Y?

- Y chocó... chocó contra el sauce boxeador.

- ¿Y?

- Bueno, ya sabes que al sauce boxeador no le gusta que lo golpeen.

- El profesor Flitwick la trajo poco antes de que recuperaras el conocimiento -explicó Theresa en voz muy baja. Se agachó muy despacio para coger una bolsa que había a sus pies, le dio la vuelta y puso sobre la cama una docena de astillas de madera y ramitas, lo que quedaba de la fiel y finalmente abatida escoba de Harry.

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