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- ¡Poneos frente a vuestros contrincantes -dijo Lockhart, de nuevo sobre la tarima-, y haces una inclinación! -Theresa y Dean se agacharon- ¡Varitas listas! Cuando cuente hasta tres, ejecutad vuestros hechizos para desarmar al oponente. Una, dos y... tres.

- ¡Expelliarmus! -gritó Theresa, desarmando a Dean Thomas. No pensaba que fuera a salirle el hechizo. Lockhart la felicitó, pero cambió su expresión al ver a Draco de rodillas.

- ¡He dicho sólo desarmarse! -gritó. Harry lo había atacado con un encantamiento de cosquillas, y Draco apenas se podía mover de la risa. Harry no volvió a atacar. Tomando aire, Draco se levantó y apuntó con la varita a las rodillas de Harry:

- ¡Tarantallegra!

Un segundo después, a Harry las piernas se le empezaron a mover a saltos, fuera de control. Theresa no podía dejar de mirarlos.

- ¡Alto!, ¡alto! -gritó Lockhart, pero Snape se hizo cargo de la situación.

- ¡Finite incantatem! -gritó. Los pies de Harry dejaron de bailar, Draco dejó de reir y ambos pudieron levantar la vista.

Una niebla de humo verdoso se cernía sobre la sala. Tanto Neville como Justin estaban tendidos en el suelo, jadeando; Ron sostenía a Seamus y le pedía disculpas por los efectos de su varita rota; pero Hermione y la chica de Slytherin no se habían detenido: Millicent tenía a Hermione agarrada del cuello y la hacía gemir de dolor. Las varitas de las dos estaban en el suelo. Theresa se acercó amenazadoramente y apartó a Millicent.

- Aléjate de ella, ¿me has oído? -le puso la varita en el cuello. La chica bufó y asintió, con un brillo de maldad en los ojos. Theresa le dio un empujón con una fuerza que ni ella sabía de donde la había sacado.

- Creo que será mejor que os enseñe a interceptar hechizos indeseados -dijo Lockhart, que se había quedado quieto, con aire azorado, en medio del comedor-. Necesito un par de voluntarios... Stone y Thomas, ¿qué tal vosotros?

- Déjeme elegir a mi esta vez, profesor Lockhart -dijo Snape, pasando por detrás de todos los alumnos-. ¿Qué tal Malfoy y Potter? -dijo con una sonrisa malvada.

- ¡Excelente idea! -dijo Lockhart, haciéndoles un gesto para que subieran al centro del Salón-. Veamos, Harry, cuando Draco te apunte con la varita, tienes que hacer esto.

Levantó la varita, intentó un complicado movimiento y se le cayó al suelo. Theresa bufó.

- Tres, dos, uno, ¡ya! -gritó Lockhart. Draco levantó rápidamente la varita y bramó:

- ¡Serpensortia!

Hubo un estallido en el extremo de su varita. Theresa vio que de ella salía una larga serpiente negra, caía al suelo entre los dos y se erguía, lista para atacar. Todos se echaron atrás gritando y despejaron el lugar en un segundo.

- No te muevas, Potter -dijo Snape-. Me encargaré de ella...

- ¡Permitidme! -gritó Lockhart. Blandió su varita apuntando a la serpiente y se oyó un disparo: la serpiente, en vez de desvanecerse, se elevó en el aire unos tres metros y volvió al suelo con un chasquido. Furiosa, silbando de enojo, se deslizó derecha hacia Theresa y se irguió de nuevo, enseñando los colmillos venenosos. La chica estaba paralizada, y no podía moverse del miedo.

De repente, Harry se acercó y comenzó a hablar una lengua extraña, que Theresa reconoció como pársel. Unos segundos después, la serpiente dejó de mirar a Theresa con sus colmillos afilados y se dirigió hacia Harry tranquilamente. Harry sonrió mirando a Theresa, pero la chica estaba muy enfadada y asustada.

- ¿A qué crees que jugamos? -preguntó, temblorosa. Antes de que Harry pudiera contestar, Theresa se había dado la vuelta y abandonaba el salón.

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