39

481 31 2
                                    

Cuando terminó la clase de Transformaciones, se unieron a la multitud que se dirigía bulliciosamente al Gran Comedor, para el almuerzo.

Theresa se sirvió estofado con una cuchara y empezó a comer

- Harry -dijo Ron en voz baja y grave-, tú no has visto en ningún sitio un perro negro y grande, ¿verdad?

- Sí, lo he visto -dijo Harry-. Lo vi la noche que abandoné la casa de los Dursley.

Ron dejó caer su tenedor, que hizo mucho ruido.

- Probablemente un perro callejero -dijo Theresa rodando los ojos.

- Tessa, si Harry ha visto un Grim, eso es... eso es terrible -aseguró-. Mi tío Bilius vio uno y... ¡murió veinticuatro horas más tarde!

- Casualidad -arguyó Hermione, sirviéndose zumo de calabaza.

- ¡No sabéis lo que decís! -Ron empezó a enfadarse-. Los Grims ponen los pelos de punta a la mayoría de los brujos.

- Ahí tienes la prueba -dijo Theresa-. Ven al Grim y se mueren de miedo. El Grim no es un augurio, ¡es la causa de la muerte! Y Harry todavía está con nosotros porque no es lo bastante tonto para ver uno y pensar: <¡Me marcho al otro barrio!>.

- Creo que la adivinación es algo muy impreciso -dijo Hermione.

- No había nada de impreciso en el Grim que se dibujó en la taza -dijo Ron acalorado.

- No estabas tan seguro de eso cuando le decías a Harry que se trataba de una oveja -atacó Theresa, dando por terminada la conversación y sirviéndose patatas fritas sobre el estofado.

- ¿Cómo puedes comer tanto? -le preguntó Harry. Theresa lo miró sorprendida.

- ¿Me lo dices a mí? Ronald come por cinco -rió Theresa y Ron y ella chocaron los puños.

- Por algo somos hermanos -sonrió Ron, revolviéndole el pelo a la chica, la cual rodó los ojos divertida.


A Theresa le encantó salir del castillo después del almuerzo. La lluvia del día anterior había terminado; el cielo era de un gris pálido, y la hierba estaba mullida y húmeda bajo sus pies cuando se pusieron en camino hacia su primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Sólo cuando vio delante tres espaldas que le resultaban muy familiares, se dio cuenta de que debían de compartir aquellas clases con los de Slytherin. Draco decía algo animadamente a Crabbe y Goyle, que reían a carcajadas.

Hagrid aguardaba a sus alumnos en la puerta de la cabaña. Estaba impaciente por empezar, cubierto con su abrigo de ratina, y con Fang, el perro jabalinero, a sus pies.

- ¡Vamos, daos prisa! -gritó Hagrid-. ¡Hoy tengo algo especial para vosotros! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, seguidme!

Anduvieron por el límite de los árboles y cinco minutos después se hallaron ante un prado donde no había nada.

- ¡Acercaos todos a la cerca! Aseguraos de que tenéis buena visión. Lo primero que tenéis que hacer es abrir los libros...

- ¿De qué modo? -dijo la voz fría de Draco Malfoy.

- ¿Qué? -dijo Hagrid.

- ¿De qué modo abrimos los libros? -repitió Draco. Sacó su ejemplar que había atado con una cuerda. Otros lo imitaron. Unos, habían atado el libro con un cinturón. Otros, con pinzas.

- ¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro? -preguntó Hagrid decepcionado. La clase entera negó con la cabeza, pero Theresa dio un paso hacia delante, poniéndose junto a Hagrid. El profesor la miró orgulloso.

treat you better;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora