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Al día siguiente, Harry, Ron y Hermione bajaron muy temprano al Gran Comedor a desayunar. Theresa decidió quedarse durmiendo más tiempo, pues era sábado, y encima festivo. No iba a estar observando como todos los alumnos metían sus nombres en el cáliz. Sintió un zarandeo mientras dormía, y se levantó sobresaltada.

- ¡Fred! -dijo sorprendida-. ¿Cómo has entrado aquí?

- Tengo mis trucos -dijo guiñándole un ojo a la chica-. Baja con nosotros, ya la tenemos preparada.

- ¿El qué?

- La poción envejecedora -dijo Fred entusiasmado. Le quitó las mantas a Theresa, dejándola en pijama.

- ¡Fred, no seas patoso! -dijo hundiendo su cara en la almohada y desperezándose. Notó como el pelirrojo se tumbaba encima de ella, que estaba boca abajo-. Has engordado -dijo riéndose. Fred la miró dolido, aún encima de ella. Theresa se dio la vuelta.

- Me rompes el corazón, pequeña Tess -dijo Fred con una sonrisa pícara.

Oh, no.

- Fred...

Pero el chico unió sus labios con los de la chica en un casto beso. Theresa reprimió un grito de sorpresa pero le siguió el beso. Fred mordió su labio y Theresa abrió la boca, provocando así que Fred metiera su lengua. Theresa suspiró y puso sus brazos en los hombros del chico. Fred intentaba no dejar todo su peso sobre la chica, por lo que se apoyaba en sus codos. Una mano empezó a trazar círculos en la cadera de Theresa, que estaba un poco al descubierto debido a que su pijama se había levantado. Poco a poco Fred fue metiendo su mano bajo la blusa de la chica, y Theresa se asustó, separándose.

Fred la miró con las pupilas dilatadas, el cabello revuelto, las mejillas sonrosadas y los labios hinchados. Era una escena que a Theresa le habría encantado recopilar.

- Lo siento -se disculpó Fred, respirando entrecortadamente-. Me he dejado llevar...

- Tranquilo -sonrió Theresa con ternura. Se incorporó un poco en la cama y con un arrebato de valentía, le dio un corto beso al chico. Fred se sorprendió pero sonrió ampliamente.

- ¿Vamos? George y Lee deben estar esperándonos -dijo Fred, poniéndose de pie y tendiéndole una mano a Theresa.

- Esperadme abajo, voy a vestirme.

Unos minutos más tarde, los cuatro juntos fueron al Gran Comedor entre bromas, aunque estaban muy nerviosos.

- Ya está -les dijo Fred a Harry, Ron y Hermione en tono triunfal cuando se pararon a su lado-. Acabamos de tomárnosla.

- ¿El qué? -preguntó Ron.

- La poción envejecedora, cerebro de mosquito -respondió Fred.

- Una gota cada uno. Sólo necesitamos ser unos meses más viejos -explicó George.

- Si uno de nosotros gana, repartiremos el premio entre los tres -añadió Lee con una amplia sonrisa.

- ¿Listos? -les dijo Fred a los otros dos-. Entonces, vamos. Yo voy primero...

Theresa observó como Fred se sacaba del bolsillo un pedazo de pergamino con las palabras: <Fred Weasley, Hogwarts.> Fred avanzó hasta el borde de la línea y se quedó allí, balanceándose sobre las puntas de los pies. Luego, observado por todos los que estaban en el vestíbulo, tomó aire y dio un paso para cruzar la línea.

Durante una fracción de segundo, Theresa creyó que el truco había funcionado. George, desde luego, también lo creyó, porque profirió un grito de triunfo y avanzó tras Fred. Pero al momento siguiente se oyó un chisporroteo, y ambos hermanos se vieron expulsados del círculo dorado como si los hubiera echado un invisible lanzador de peso. Cayeron al suelo a tres metros de distancia, haciéndose bastante daño, y para colmo a los dos les salió de repente la misma barba larga y blanca. En el vestíbulo, todos prorrumpieron en carcajadas. Incluso Fred y George se rieron al ponerse en pie y verse cada uno la barba del otro.

- Os lo advertí -dijo la voz profunda de alguien que parecía estar divirtiéndose, y todo el mundo se volvió para ver salir del Gran Comedor al profesor Dumbledore-. Os sugiero que vayáis los dos a ver a la señora Pomfrey.

Fred y George salieron para la enfermería acompañados de Lee y Theresa, que se partían de risa.


A la hora de la cena, Theresa, Fred y George estaban en el Gran Comedor cuando Harry, Ron y Hermione llegaron.

- Espero que salga Angelina -dijo Fred mientras los tres se sentaban.

- ¡Yo también! -exclamó Hermione. Theresa sólo deseaba que la cena terminara y anunciaran quiénes habían quedado seleccionados como campeones.

Por fin, los platos de oro volvieron a su original estado inmaculado. Se produjo cierto alboroto en el salón, que se cortó casi instantáneamente cuando Dumbledore se puso en pie.

- Bien, el cáliz está casi preparado para tomar una decisión -anunció-. Según me parece, falta tan sólo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado, donde recibirá las primeras instrucciones.

Sacó la varita y ejecutó con ella un amplio movimiento en el aire. De inmediato se apagaron la mayoría de las velas. No había nada en el Gran Comedor que brillara tanto como el cáliz de fuego. Todo el mundo miraba, expectante.

- De un instante a otro -susurró Lee Jordan.

De pronto, las llamas del cáliz se volvieron rojas, y empezaron a salir chispas. A continuación, brotó en el aire una lengua de fuego y arrojó un trozo carbonizado de pergamino. La sala entera ahogó un grito.

- El campeón de Durmstrang -leyó con voz alta y clara- será Viktor Krum.

Una tormenta de aplausos y vítores inundó el Gran Comedor. Theresa vio a Krum levantarse de la mesa de Slytherin y caminar hacia Dumbledore. Desapareció por la puerta hacia la sala contigua.

Se apagaron los aplausos y los comentarios. Las llamas arrojaron un segundo trozo de pergamino.

- La campeona de Beauxbatons -dijo Dumbledore- es ¡Fleur Delacour!

La chica rubia que se rió en el discurso de Dumbledore se puso de pie elegantemente, sacudió la cabeza para retirarse hacia atrás la amplia cortina de pelo plateado y caminó hasta la sala.

Volvió a hacerse el silencio. Esta vez era un silencio tan tenso y lleno de emoción que casi se palpaba. El siguiente sería el campeón de Hogwarts...

Y el cáliz de fuego volvió a tornarse rojo; saltaron chispas, la lengua de fuego se alzó, y de su punta Dumbledore retiró un nuevo pedazo de pergamino.

- El campeón de Hogwarts -anunció- es ¡Cedric Diggory!

- ¡No! -dijo Fred en voz alta, pero sólo lo oyó Theresa: el jaleo proveniente de la mesa de al lado era demasiado estruendoso. Todos y cada uno de los Hufflepuff gritaban y pataleaban, mientras Cedric, con una amplia sonrisa, se encaminaba hacia la sala que había tras la mesa de los profesores.

- ¡Estupendo! -dijo Dumbledore en voz alta y muy contento cuando se apagaron los últimos aplausos-. Bueno, ya tenemos a nuestros tres campeones. Estoy seguro de que puedo confiar en que todos vosotros, incluyendo a los alumnos de Durmstrang y Beauxbatons, daréis a vuestros respectivos campeones todo el apoyo que podáis. Al animarlos, todos vosotros contribuiréis de forma muy significativa a...

Pero Dumbledore se calló de repente, y fue evidente para todo el mundo por qué se había interrumpido.

El fuego del cáliz había vuelto a ponerse de color rojo. Otra vez lanzaba chispas. Una larga lengua de fuego se elevó de repente en el aire y arrojó otro trozo de pergamino.

Dumbledore alargó la mano y lo cogió. Lo extendió y miró el nombre que había escrito en él. Hubo una larga pausa, durante la cual Dumbledore contempló el trozo de pergamino que tenía en las manos, mientras el resto de la sala lo observaba. Finalmente, Dumbledore se aclaró la garganta y leyó en voz alta:

- Harry Potter.

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