5. Desconocido

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El desayuno estaba frío, mi padre como de costumbe se ha ido demasiado pronto a trabajar...Cogí el vaso de leche y lo tiré por el fregadero, evitando hacer a mi estómago abrirse para lo que era una suma pérdida de tiempo y esfuerzo. En la tele estaban hablando de la familia Rivers, dueña de los hipermercados "Choices" los cuales eran la empresa más exitosa de toda la zona este del país, el hijo menor quien había sido uno de los blancos de la prensa por sus numerosas apariciones bochornosas con más copas de la cuenta y acompañado de gente no beneficiosa para él había desaparecido del mapa de las revistas desde hacia unos meses y en ese momento estaban haciendo un análisis exaustivo sobre cual podría ser su paradero, incluso de si seguía vivo o habría caído en una de sus innumerables fiestas. Apagué la televisión, esa gente no merecía mi respeto ni mi aprecio, utilizaban el dinero para gastarlo en fiestas, alcohol y drogas y después iban de revista en revista alardeando de su comportamiento, mientras millones de gente morían cada día en las calles de Norteamerica de hambre y por no decir de África. Por desgracia yo ya había tenido relación con más gente así de la que debería y desearía haber tenido. Deslicé mis pies por el parquet hasta la salida al jardín y cogí el móvil de la pequeña mesa, la pantalla estaba repleta de mensajes de Taylor y Zack e inmediatamente bloqueé el número de este último, no quería saber absolutamente nada de su existencia por el momento. Envolví las manos en el bajo de mi camiseta, algo que ya era una manía más que nada y salí a la playa por la puerta trasera del jardín. No quería a Sam alrededor deambulando como un alma en pena por lo ocurrido la noche anterior, no quería que él me viese mal porque al fin y al cabo si su apoyo se hundía él se hundía y mi hermano cayendo era algo para lo que no estaba preparada. Ese pensamiento me había hecho reaccionar cuando me había despertado, no era la primera vez que me hundía y no iba a ser la última y por consiguiente tan solo tenía que levantarme de nuevo. Tenía que levantarme y abandonar el vache en mi camino, porque tan solo era un vache más, uno de los tantos sí.

Caminé por la orilla observando a los surfistas en el mar y a la gente mañanera pasear con sus mascotas, la playa era mi sitio....siempre lo había sido. La playa, el mar, es el comienzo y final de todo, allí comienza un lugar nuevo y acaba otro, y la paz y la tranquilidad que se puede respirar por las mañanas es algo indescriptible. Ir a la playa y imaginarme lugares lejanos a los que podría ir al cumplir la mayoría de edad era prácticamente una de mis obligaciones cada día. Nos mudásemos donde nos mudásemos el lugar debía tener playa ya que tanto los chicos eran surferos como yo la necesitaba para no volverme más loca de lo que ya estaba de por si. Algún día todos esos lugares que yo me imaginaba no serían un sueño sino una realidad. Abandonaría a mi padre y a todo su séquito y me iría lejos, tan lejos como pudiese y empezaría de cero, esa vez sí. Un lugar lejos de todos donde poder ser yo y olvidar todo mi pasado y crear mi vida desde los cimientos, el pensamiento hizo que se me pusiera la piel de gallina, ojalá. Llegué a una pequeña sombra bajo un árbol y me senté debajo, apoyé la cabeza contra el árbol y observé las caídas de los surfistas experimentados contra la rompiente, era entretenido. Mi móvil vibraba sin control con Harry al otro lado pero no quería cogerlo, porque no quería hablar sobre como me sentía o estaba porque nadie lo sabía. Había llegado un momento en mi vida en el que tras vivir  todo lo que yo vivía, el mundo pensaba que estaba insensibilizada a cualquier acto o cosa perjudicial hacia mi, hasta el punto en el que creían que podía recuperarme de todo, sin embargo, yo tenía clara una cosa: algún día caería y no sería capaz de recomponerme de nuevo, caería y no sería capaz de resurgir de mis cenizas y ese día ya no habría remedio para mi....

-¡EH!¡Apaga eso ya!-gritó alguien.

Giré la cabeza a los lados y no vi a nadie, sin embargo los gritos se repitieron y me di cuenta de que venían de arriba. Alguien gritaba desde una de las ramas altas de ese árbol. Un chico rubio de ojos verdes me observaba desde la parte alta, sin embargo ni si quiera sabía a que se debían los gritos por lo que no supe ni que responderle. Al ver que yo no reaccionaba se puso en marcha hacia abajo y descendió de las ramas, en el tiempo que tardó en bajar me fijé en él. Debía de tener alrededor de unos diecisiete años y llevaba el bañador de la marca más cara que podías encontrar en las tiendas de surf de Malibú, a todo esto, sus gafas Ray Ban cubrían sus ojos haciendome imposible divisarlos. Su cabello rubio caía sobre la frente que ni si quiera mostraba gotas de sudor por el esfuerzo de deslizarse por el tronco de una secuoya de varios metros de altura. Para cuando tocó el suelo con sus pies yo ya estaba intentando averiguar si le conocía de algo, y no, para nada.

-Apaga el móvil, me esta molestando-dijo serio.

Su tono me molestó, como si el fuese el dueño de la playa, y por esa única razón me negué en banda.

-Ni de broma, vete a otro sitio, la playa esta vacía-comenté.

Sin levantarme del suelo intenté mostrarme impasible, sin embargo, él tampoco parecía ceder ante mi posición.

-¿No?De acuerdo...

Sus dientes relucían con el sol cuando en un movimiento rápido bajó la mano hasta mi derecha y me arrebató el móvil del suelo. Me puse en pie tan deprisa como pude, pero él levantó el brazo y por su altura me era imposible cogerlo.

-¡DAMELO!- grité- ¡YA!

Mis saltos de niña pequeña tan solo hacían que su risa aumentase por momentos y eso me irritó.

-¿Vas a apagarlo?-dijo fanfarrón.

-No-me negué.

Era la persona más cabezota posible, desde niña, y él no me iba a cambiar ahora. Ambos dejamos de reir por un momento, sus ojos tras las gafas enfocados en mi boca torcida por el enfado y la rabia acumulada, y de pronto, cuando parecía que iba a bajar la mano y a darmelo, giró el brazo hacia atrás, tomando impulso y lo lanzó con la fuerza propia de un bateador. Cuandó a dos metros de altura pasó la linea de piedras delimitadoras de la marea, supe que no iba a tener un buen final. El móvil hizo un ruido sordo al adentrarse en una de las olas que rompían en la costa en ese momento.

OppositesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora