Deslicé mis dedos por mi camisa azul hasta la pequeña franja de encaje que descansaba sobre mis piernas. No me gustaba su coche, no me gustaba el olor a nuevo que desprendía y tampoco me gustaba en absoluto que el coche valiese más que mi casa y la de Harry juntas, Harry, debía llamarle. No tenía la más miníma idea de a donde ibamos y solo quería bajar del coche y volver a casa, me había hecho sentir incomóda con sus comentarios sobre mi ropa, y era dificil hacerme sentir así a mí. Las canciones comerciales patrocinadas por la radio KCB se difundían entre el silencio, llenando el espacio vacío. Intenté concentrarme en la música mientras observaba su teléfono vibrar a su lado, realmente comenzaba a entender porque me había tirado al mar el móvil, era muy molesto, excesivamente molesto.
-¿Te ha comido la lengua el gato?-preguntó sin quitar la vista de la carretera.
-No, solo estoy pensando- suspiré.
Estaba jugueteando con el cierre de una de mis pulseras cuando cayó sobre la alfombrilla del coche, intenté agacharme para poder llegar hasta ella pero no pude por tanto me desabroché el cinturón en un intento por cogerla, gran error.
-¡¿Qué haces?!¡Abrochate el cinturón ya!¡YA! ¡LEVANTA!
A penas había tocado la pulsera, tan solo habían pasado unos segundos cuando sus gritos hicieron que inmediatamente me incorporase. Le miré asustada, sin entender nada, y vi como sus ojos estaban centrados en la carretera, su mandíbula estaba cerrada con fuerza y podía ver marcadas cada una de las venas de su cuello y deslicé mis ojos para observar como sus manos se aferraban tensas al volante. No entendía nada, era un acto reflejo el agacharme a recoger algo del suelo, simplemente me había quitado el cinturón un segundo y él se había puesto como un energúmeno. Sentía como me había vuelto pálida en a penas segundos, y no podía evitarlo, sus gritos habían hecho que la música desapareciese de mis oídos.
-Yo...yo...tan solo....solo quería....-tartumedeé.
Me retiré el pelo de la cara con las manos temblando y observé como su ira descendía poco a poco, finalmente sus manos se relajaron, para entonces, habíamos llegado a un aparcamiento relativamente amplio y supe que estabamos en nuestro destino cuando comenzó las maniobras para aparcar en una plaza libre. Mi cabeza seguía parada en ese momento, los gritos me habían paralizado.
-¿Nunca te han dicho tus padres lo peligroso que es quitarse el cinturón en marcha?-dijo tenso.
Eso me ofendió, a pesar de no haber tenido una educación tradicional podía considerarme como una persona de lo más formal y educada.
-Quizá tus padres no te han enseñado a controlar tu ira, por poco revientas el volante- escupí.
Bajé del coche dando un portazo y deseando haber dañado la cerradura; para que tuviese un mal recuerdo de mí, igual que el que yo tenía de él. Caminé tras él hacia la entrada del que era un edificio de construcción antigua pero reformado. La fachada victoriana era propia de la ciudad y no me extrañó reconocerla en ese edificio. El interior del local estaba iluminado por muchas lámparas de techo y de pie y hacían que la pequeña recepción con un metre en la entrada pareciese mucho más grande de lo que realmente era. Tras darle un billete al hombre que controlaba la lista de reservas nos guió a una mesa alejada de la gente, en una esquina del salón. El sitio estaba inundado de parejas de todas las edades, y tal y como él sabía, vestían sus mejores galas. Dejé mi mirada vagar alrededor de cada una de las mesas que nos rodeaban para observar mejor a esa gente.
-Perdón, por los gritos de antes. Me he puesto nervioso.
Acepté su justificación sin mediar palabra ya que seguía molesta.
-¿En qué piensas?-preguntó.
-En esas parejas, y en las diferencias entre ellas -suspiré.
-¿A qué te refieres?
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Opposites
RomanceBella llega a una ciudad desgraciadamente muy familiar para ella. Tras los seis años más difíciles de su vida cuando parecía que el día a día era una rutina, un giro de tres cientos sesenta grados cambiará su forma de ver las cosas, nuevas personas...