22. Sentido

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No tenía ganas de volver con los chicos, probablemente ya no tenía ganas de hacer nada y el entusiasmo de estar con mis amigos se había esfumado de golpe por tanto volví a poner el GPS de vuelta a casa y caminé directa hacia allí mientras sentía mi móvil vibrar en el bolsillo de la chaqueta, sabía que podía ser Zack y no quería contestar a ninguno de ellos en ese momento porque me iban a preguntar a cerca de Will, y ese tema no les incumbía a ellos sino a mi, y tenía exactamente tres voces que me decían lo que debía hacer: la de la realidad, la de mis sentimientos y la de mi cerebro y ya eran demasiadas como para añadirles una rival más.

La luz del salón estaba encendida cuando llegué y vi la sombra de mi padre sentado en su sillón tras la cortina, sabía que me había portado como una idiota los últimos días y a pesar de que él lo mereciese sabía que no era así, yo no era así, yo no lo pagaba con él y aunque las cosas estuvieran más turbias que nunca y no tuviese derecho a actuar como actuaba...seguía sin querer ser ala responsable del dolor que algun día se llevaría a la tumba, a pesar de que en el fondo de mi ser sabía que todo dolor era merecido y no era comparable al que yo había sentido a lo largo de toda mi vida.

-Hola papá - susurré al verle.

Se estaba intentando acomodar en su sillón con la rodilla dolorida mientras las primeras gotas de lluvia caían repiqueteando sobre el tejado, me dirigí hasta él y le sacudí los cojines para que estuviesen más mullidos para su pierna.

-¡Lo sabía! - exclamó un tanto sastisfecho.

Sonreí, motivada por la ironía de saber que iba a llover pero desconocer el día  a día de sus propios hijos.

-¿Como estás? - inquirí.

-Bien, sorprendido porque me hables con ese tono supongo... sorprendido de que me hables concretamente - murmuró.

Haciendo caso omiso a ese comentario me dejé caer sobre el sofá en frente suyo y me concentré en forzar una sonrisa amable y prestarle atención unos minutos, al menos para hacerle sentir bien esa noche, y para hacerme sentir bien a mi también porque si algo tenía claro era que el odio no era la solución, aunque siempre habían excepciones.

-¿Y tu rodilla? - pregunté.

-Bien, son muchos años con esto encima.... - suspiró.

Sabía poco a cerca de él, de mi padre, sabía que se había lesionado la rodilla años atrás cuando nosotros eramos unos niños, poco antes de la marcha de ella y sabía que había sido un grave accidente porque seguía recordando las lágrimas de mi madre cuando el teléfono sonó, justo antes de salir hacia Florida en uno de los coches que el hospital nos había preparado, desde aquel momento las cosas cambiaron y decidieron comprarse coches privados y desplazarse únicamente con ellos, no sabía nada más sobre aquel día y recordaba poco ya que Elizabeth nos llevó a Sam y a mí a casa de Taylor, nosotros le volvimos a ver días después, casi semanas, con la pierna escayolada y magulladuras en el rostro.

-¿Qué ocurrió aquel día?Con el accidente quiero decir, ¿fue culpa tuya?

La mirada de mi padre se ensombreció y bajó la cabeza, evitando mirarme; supuse que un accidente jamás era un buen recuerdo para nadie.

-No exactamente, fallaron los frenos del coche...es algo más complicado de lo que parece -murmuró.

-Recuerdo que salió en las noticias - suspiré.

-Sí, es cierto...pero lo importante es que yo acabé sano y salvo ¿no?

-Supongo que sí...

La conversación no daba para más y cuando yo estaba a punto de darlo por perdido y abandonar el intento de mantener una charla con él, me sorprendió incluso más.

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