¿Cómo decirle a William Rivers Zack me había besado? No, la terminología era incorrecta, Zack me había besado y yo me había dejado besar ... y no era Zack quien había traicionado su confianza, había sido yo en un momento de suma debilidad... ¿por qué siempre sería mi debilidad? No, ni de coña... no, mi deblidad era Will, siempre lo había sido y siempre lo sería.... Will, y solo Will. Will. ¿Will?
- ¿Qué te pasa? - inquirió Sam.
Negué con la cabeza, sin ganas de contestar y continué tirada en el sofá pasando el peor día de cumpleaños desde que había recibido el ramo de tulipanes de toda mi vida. La había cagado hasta el fondo con Zack y con Will, por Zack por haberse hecho ilusiones y con Will por... no creía que hubiese demasiado que expicar sobre el porque la había fastidiado con él. Un par de lágrimas estaban intentando desbordar mis párpados para resbalar por mis mejillas, y yo no se lo impedí porque había herido a la única persona que había confiado en mí, a la única persona que me había amado como él lo hacía... y la había jodido pero bien y lo peor aún : debía decirselo, tenía que encontrar la forma de explicarselo sin que me dejase... porque cabía la posibilidad de que su enfado fuese tan monumental como para dejarme... cabían tantas posibilidades que me daba pánico enfrentarme a ello. Sam vió mis lágrimas pero optó por no decir nada y continuar leyendo tal y como había estado haciendo. Estaba loca, estaba totalmente loca por estar llorando sin ni si quiera pensar en Joe Black... otra vez él, otra vez.
Cuando el timbre sonó no estaba lista para verle , para enfrentarme a esos ojos azules que me miraban cada día con el brillo que alumbraba mi vida, ¿y cómo mentirles? ¿o cómo contarles la verdad? ¿y cómo elegir? Will sonreía en la puerta mientras yo miraba a través de la mirilla, y me sequé las lágrimas que caían por mi rostro para evitar que descubriese lo que pasaba en mi mente, para evitar hundirme ante él más aún de lo que ya estaba internamente hasta que encontrase la forma de abordar el tema con él. Will llevaba un traje azul oscuro que se amoldaba perfectamente a su figura ceñida, y le hacía más atractivo aún de lo que ya de normal era, y su cabello rubio caía ligeramente domado por la gomina hacia la derecha. Le sonreí cortesmente de vuelta y bajé la vista hasta una bolsa rosa de la que sobresalía tul por todas partes, iba a hacerme sentir aún peor. Aún peor si cabía, era prácticamente imposible. Mi rostro se tornó entonces en una mueca amarga, triste, seria y preocupada sobre todo.
- ¿Estás bien? - inquirió, en cuanto vio mi cambio de humor.
- Sam arriba ¡ya! - exclamé desde la puerta.
- Voy a cambiarme, papá iba a salir ahora del trabajo para ir a casa de Tay...
Sam decidió no forzar mi día que ya estaba llegando al máximo de emociones posibles por segundo, y agradecí que no complicase más la situación que ya estaba al límite. Will pasó a mi lado y se sentó en el sofá antes que yo, de manera que decidí sentarme en el mismo sitio pero a cierta distancia de él porque sabía que ambos la ibamos a necesitar. Will adelantó la caja a su cuerpo, situandola ante mí dentro de esa bolsa rosa y yo la cogí y la situé sobre mis piernas, con las manos sobre ella e indecisa sobre si debía abrirla porque parecía que mi corazón se iba a desbocar si seguía latiendo de esa manera, al borde de saltar de mi pecho y aterrizar sobre esa caja. La culpa me estaba reconcomiendo por dentro, me iba a matar a mi misma y no había forma segura de decirlo, de no hacerle daño... de ocultarselo. Abrí la caja cuidadosa y encontré un vestido plateado brillante, probablemente uno de los mejores que había visto jamás... probablemente uno de los mejores vestidos que había tenido entre mis dedos sino mi favorito y entonces las lágrimas salieron de mis ojos sin pedirme si quiera permiso para ello, porque me había traicionado a mí misma. Volví a cerrar la caja y Will me miró sin comprender, acercandose y acariciandome el brazo con dulzura.
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Opposites
RomanceBella llega a una ciudad desgraciadamente muy familiar para ella. Tras los seis años más difíciles de su vida cuando parecía que el día a día era una rutina, un giro de tres cientos sesenta grados cambiará su forma de ver las cosas, nuevas personas...