71. Socorro

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Desearía cambiar el pasado, desearía no haber aparecido en la vida de William y desearía no haberle pedido ver a mi madre a Black, pero no lo hice. La vida está llena de errores que se acumulan formando una pila, puedo categorizar ese día como uno de los que marcaron mi futuro, mi presente y sobretodo mi pasado, y maldigo ese día cada segundo de mi maldita vida y lo haré hasta que me muera, maldigo la decisión que tomó Black.

Desperté entre los brazos de Will en el sofá, con la ropa del día anterior y las botas sobre el sofá, me debía haber dormido contandole la historia, porque esa historia tenía para rato. Cuando abrí los ojos comprobé que él los tenía abiertos, y estaba observandome mientras yo me desperezaba, acurrucada junto a su cuerpo.

- Buenos días - susurré.

- Buenos días princesa - suspiró - ¿quieres ir a casa a cambiarte de ropa?

Asentí con la cabeza aún despejandome y comprobando donde estaba, intentando recordar la noche anterior que aún quedaba difusa en mi cabeza, un mal sentimiento recorrió mi interior, el sentimiento propio de alguien que se sentía culpable por fallar a la persona que amaba. Me puse en pie y le miré de reojo mientras me servía café de anoche en una taza roja enorme, doble ración para la mala persona del día, del mes y en fin, del año.

- ¿Qué está pasando por tu cabezita? - preguntó desde el sofá.

- Me siento mal, pero se me pasará supongo - susurré.

Bajé la mirada y tomé un largo trago del contenido oscuro que sabía dulce por las cinco cucharadas de azúcar que me había servido.

- ¿Mal, por qué?

- Porque soy medio idiota - suspiré - pero no pasa nada, voy a ir dando un paseo hacia casa para despejarme un rato ¿te parece?

Asintió con la cabeza, serio,  y dejé la taza sobre la encimera antes de desaparecer por la puerta de camino a casa, tenía muchas cosas que pensar y sobre las que tomar decisiones. Will la noche anterior me había dejado claro que tenía un máximo de aguante, y que yo lo estaba rozando muy peligrosamente, me daba miedo romperle, no le quería dejar porque entonces la que se rompería sería yo, absolutamente yo. Y el problema venía entonces, porque estaba siendo tan sumamente egoísta que me dolía a mí misma. Y, ¿egoísta por qué? Egoísta porque estaba pensando por mí misma, estaba pensando tan solo en lo que a mí me venía bien y en como podía salvarme a mí misma, era triste...muy triste de hecho querer a Will a mi lado por lo que sentía gracias a él, sin pensar realmente en lo que a él le convenía... ¿y que le convenía? Estaba claro, incluso caminando sola por la acera, reí irónica ante esa pregunta mental. ¿Cómo se suponía que debía hacer lo correcto para él cuando eso era alejarle de mí? Y me había dado cuenta la noche anterior, cuando le había encontrado allí sentado en el suelo, con los ojos llorosos y la mirada decaída, sin brillo, triste.... de cuanto podía derruírle si seguíamos así, y la cosa era que yo no podía cambiar, por mucho que me negase a ello, las circunstancias hacían que yo fuese así, tan rara, extravagante y rabiosa como siempre... única en mi especie y probablemente la persona con más problemas en ese mundo, pero debía asumirlo y vivir con ello, y entonces llegaba el problema... que él no podía vivir así, en constante sufrimiento y en constante preocupación por que su novia se liase con otro, porque su novia fuese detrás de quien quizás podía ser su asesino. Pero ahí estaba yo, esforzandome en creer que le daba más cosas de las que le quitaba y esforzandome por dar lo mejor de mí para compensar todo lo horrible que tenía y que le hacía, destruyendo poco a poco a la única persona que me había hecho ser feliz.

Me senté en el sofá de mi casa y puse la televisión, agotada por la caminata y  por el esfuerzo mental que estaba realizando en ese preciso instante, estaba demasiado cansada por todo en general y solo quería tener otra vida, en otra ciudad y con otra familia, aunque eso supusiese perder a Sam, a Harry al resto... un poco tranquilidad era lo único que deseaba, solo un poco, solo un respiro entre tanto agobio. Despertarme una mañana sin temer al móvil, despertarme sin pensar en la madre que me abandonó : despertarme y ser feliz, joder vaya lujo debía ser eso ¿no? Me levanté del sofá por inercia y subí a mi habitación, con Sam en el sofá de al lado lo único que me aumentaba eran los nervios, estaba poniendome histérica porque tenerle al lado no me tranquilizaba mientras jugueteaba con el móvil entre mis dedos, pendiente de una llamada o de un mensaje que me devolviese parte de la vida que estaba perdiendo.

Cerré la puerta de mi habitación detrás de mí y lancé el móvil con rabia contra la cama, rebotando y cayendo al suelo, ya daba igual todo, como si se rompía, él no iba a llamar, no me había creído y por tanto mi juego y mis cartas acababan ahí, volvía a estar en sus manos. Me metí en la ducha para refrescarme y liberar un poco mi mente y conecté el CD de Coldplay que tan bien me hacía sentir siempre, esa música siempre me salvaba, siempre. Me vestí, frente al espejo, y me observé unos segundos de más, prestando atención a la chica que estaba en frente de mí.

- ¿Qué está pasando contigo?

El espejo reflejó una pequeña luz al otro lado del mismo, una luz que se percibía  desde un lado de la cama, en el suelo: la pantalla de mi móvil. Me lancé hacia él como una posesa, mi cabeza no regía la información correctamente y todo en mí se nubló: podía ser él, podía ser él hundiendome o haciendome volver a tener confianza en mí misma, retomar la partida o enterrar las piezas junto al último trozo que quedaba de mi dignidad.

La pantalla anunció su teléfono y mi corazón volcó, dando la vuelta y estirando en todas las direcciones, ahogándome.

"Tú ganas, por esta vez. Yo te avisaré del día y la hora, enhorabuena, bien jugado. Black"

Oh dios. Oh dios. No grité, no me alegré. Realmente yo no había ganado absolutamente nada, no tenía nada que ganar en esa guerra, o al menos en esa batalla... sin embargo, era una victoria, una victoria vacía pero una victoria y algo en mí se alivió, mis pulmones respiraron de nuevo y mi pecho volvió a inflarse, recuperando parte de la vida que perdía a cada vez que recibía uno de sus mensajes o llamadas, recuperando la parte de mí que vencía ante él una y otra vez. Había aceptado. Había conseguido que él me hiciese caso y  se diese cuenta de que yo tampoco era tan tonta como podía parecer por mi edad o mi tamaño, yo también sabía jugar a lo grande y lo haría si era necesario, jugandome todo en ello si hacía falta... ¿incluso mi vida?

No quería contarselo a Will, lo de Black... lo de volver a ver a mi madre... todo eso le superaría, sería de nuevo demasiado para él... porque hasta a mí parecía que no tenía bastante con él, necesitaba verla a ella cuando al fin y al cabo y a pesar de todo, me había abandonado hacía seis años y sin embargo, ahí estaba yo luchando por verla cuando  ella probablemente ni si quiera quería... dandole la espalda a mi novio y haciendo cosas a escondidas suyo cuando sabía que tan solo me traería problemas, pero no podía contarselo, no sabía como hacerlo más bien, sentía que abandonaría de mí... me dejaría tirada por loca, por estúpida y por obsesa, porque en vez de pedirle que me dejase tranquila... le había pedido verla una vez más, cayendo bajo su control de nuevo.

No sé como llegué allí, más bien sí, llegué caminando en un paseo largo que intentaba que sirviese para aclararme las ideas. El banco de madera estaba frío, y el lugar estaba vacío, pero parecía lo más correcto, hacía frío y nunca había sido de esa gente que iba a la iglesia cada domingo a rezar o a misa, confiando en que un ser superior obrase milagros diarios. No creía en Dios como tal por el simple hecho de que una vez le había pedido ayuda, y no había actuado en mi favor, sino en mi contra. Le había pedido años atrás que mi madre volviese de esas "vacaciones inesperadas", y a cambio unas semanas después fue como si perdiese también a mi padre... esa fue la clave para que dejase de confiar en ello y empezase a confiar en mí misma. Y estaba en esa iglesia que no pisaba desde hacía más de diez años, arrodillada en el suelo con las manos cogidas en signo de pregaria sobre el reposabrazos del banco delantero, rezando.

- Por favor, no me hagas perderlo todo. No otra vez - susurré - devuélmela, por favor. Nunca lo he querido, y sé que soy la mayor pecadora de este mundo... pero ahora que sé que ella me quiso en algun momento... no me dejes perderla por favor, dejame ser feliz por un rato. Por favor - susurré - te lo ruego.

Mis ojos cerrados con fuerza impedían que las lágrimas cayesen por mis mejillas, aunque sabía que si los abría sería incapaz de contenerlas.

- Por favor, estoy aquí rezandote para que él no le haga daño, no quiero perderla, por favor. Permíteme verla de nuevo, solo una vez más, no sé porque quiero que ocurra ni que diré o haré... simplemente dame la oportunidad.... Dios, tú sabes que me lo has quitado todo... me dejaste sin nada y salí de ese vacío, renací. Por favor, te ruego que me dejes ser feliz por una vez en la vida... me lo merezco Dios, tú sabes que me lo merezco... -sollocé, cayendo derrotada ante las lágrimas.

Me lo merecía, más que nada en este mundo, y sin embargo, esa parte de mi vida que ahora es la más lúcida... fue sin duda alguna, la peor. Llegué a creer en Dios de nuevo, y sin embargo, a día de hoy no sé si fue un error o no, simplemente sé que allí, en el frío suelo y vacío de la iglesia... parecía lo correcto, recurrir al último miembro de ese universo que podía hacer algo para salvarme... aunque fuese como medida de socorro ya.

OppositesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora