La campana interrumpió ese instante de intimidad que había conseguido alejarnos de todo y de todos y nos devolvió a la realidad en la que las clases continuaban y con ello me puse en pie, desenlazando mis manos de las que me habían acogido con delicadeza, temerosas de un posible rechazo y me di la vuelta, emprendiendo mi camino de regreso al edificio principal.
- Demuestramelo para que todo pueda volver a ser como antes - murmuré.
Me pasé la mano por el pelo alborotado con el teléfono en la mano, las clases habían acabado y había ido a mi casa sin pararme con nadie, temiendo que me entretuviesen y acabase pasando la tarde rodeada de gente aunque totalmente fuera de órbita. Me dejé caer sobre la hierba húmeda del jardín delantero recién regado y me pasé el teléfono de una mano a otra haciendo que este se levantase unos centímetros en el aire, dandole gracia al juego antiestrés. El número que me había despertado en la noche no era un número oculto, sino simplemente un número que no tenía guardado en la memoria... no sabía si había sido un error de ella o de quien, o como o...en fin, no sabía nada. Ese hombre había cometido un error, estaba segura de ello, porque no debía haber visto que ella me había mensajeado en número oculto, haciendome imposible de esa forma que pudiese contactar de cualquier modo con ella, y sin embargo...ahora tenía su teléfono, podía llamarle...podía...podía escuchar su voz....¿pero quería?
No sabía si quería, o sino quería o si debía contarselo a alguien....¿Sam? No, Sam se lo tomaría peor aún de lo que lo había hecho en aquella maldita fiesta...no quería empeorar las cosas para él, era pequeño, era inocente y era mi hermano, lo último que necesitaba era herirle o hacer que se convirtiese en mi doble, porque lo bueno de Sam y lo que envidiaba de él era que había conseguido vivir en parte al margen de todo lo que en mi cabeza se amontonaba y amenazaba con desbordarse, él había conseguido convertirse en alguien alejado de lo que le había hecho pasar una infancia miserable y eso era envidiable aunque en parte me lo debía a mí, y no quería arruinar mi trabajo de seis años por una hipótesis que no tenía ni porque ser cierta.
- ¿No entras? - inquirió Sam.
Hablando del rey de Roma... lucía su uniforme de fútbol americano que tanto le gustaba y recordé que era el día de las pruebas.
- ¿Ya las habeis hecho?
- No, son en dos horas, vengo a comer algo y me marcho ¿te vienes?
- No creo - suspiré - no me apetece volver al instituto...
- Podías venir, a mi me gustaría...
- Sam, basta - escupí.
No tenía más que decir, sentí su presencia junto a mí de pie un par de segundos más pero no tenía más que decir, no quería volver, solo quería estar a solas y poder pensar sin que ninguna voz me interrumpiese, finalmente se metió en casa, entre murmullos que preferí ignorar devolviendome así mi tranquilad.
- ¿Qué hago ? - me dije a mi misma.
Podía llamar, simplemente marcar el número y esperar a que alguien contestase, ya fuese él o ella....¿pero que ganaba llamando? ¿qué conseguía? ¿Respuestas?¿Hablar con ella? Me estaba perdiendo totalmente, en mi cabeza habían mil caminos que poder seguir y tan solo podía quedarme ante ese cruce de caminos, parada y sin saber hacia donde ir ni que hacer. Tenía el panel de marcación abierto ante mí pero mis dedos temblaban demasiado como para marcar ese número, que de tanto mirarlo atentamente se había quedado guardado en mi memoria. La pantalla se fue al negro y apareció el contacto de mi padre entre vibraciones, me llamaba.
- ¿Si? - inquirí.
- Llegaré tarde a casa - suspiró - dile a Sam que me es imposible ir a sus pruebas...
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Opposites
RomanceBella llega a una ciudad desgraciadamente muy familiar para ella. Tras los seis años más difíciles de su vida cuando parecía que el día a día era una rutina, un giro de tres cientos sesenta grados cambiará su forma de ver las cosas, nuevas personas...