51. Hacer de tripas corazón

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La playa estaba casi vacía a excepción de un par de parejas y señores mayores, pero al bordear mi casa, de camino a la orilla escuché a la perfección a mi padre.

- ¿Qué buscas con esto?

La pregunta que debía haberse realizado en la cocina, llegó hasta la valla que bordeaba mi casa por donde yo caminaba hacia la playa. Will me seguía literalmente pegado a mí, con sus manos posadas sobre mi cintura.

- ¿Te encuentras bien? - inquirió.

Me encogí de hombros, sabiendo la respuesta que no quería dar y me recosté sobre su cuerpo, aún con los gritos en mi cabeza, allí metidos como si jamás fuesen a salir...como si jamás fuese a librarme de ellos. Me llevé las manos a los oídos, tapandolos de manera instintiva, intentando no escuchar nada que pudiese provenir de esa casa en cuanto la voz de mi padre se hizo eco en nuestro lugar apartado de la orilla, más cercano a mi casa que al agua, el sonido de un vaso roto. Las manos de Will siguieron a las mías y se posaron sobre mis manos, ayudando a aislarme de aquella casa de locos.

Cuando desperté era de día, y estaba en mi cama, perfectamente tapada con el cubre pero aún con el sueter y los vaqueros del día anterior. El sueño se había apoderado de mí en la misma playa, y supuse que Will había decidido llevarme a mi habitación. Rodé ligeramente en mi cama, hasta que mi cara rozó con una superficie rugosa y áspera. Me incorporé y observé el trozo de papel que descansaba sobre mi almohada. Aún somnoliente lo cogí entre mis manos y descubrí la perfecta caligrafía de Will.

" Buenos días preciosa, espero que al menos tengas un buen día

Will"

La pequeña sonrisa que se formó en mi cara se borró en cuanto en mi mente apareció la idea de que Sam se había marchado antes que yo, y la pregunta entonces era ¿había vuelto a casa? ¿o seguía vagando por la ciudad? Salté de la cama en cuanto esa idea cruzó mi cabeza y me lancé corriendo hacia la habitación de mi hermano que estaba a tan solo unos pasos de mi puerta. cuando descubrí a Sam tumbado en su cama con la vista clavada en el techo, tapado con  la sabana...algo se activó dentro de mí, una pizca de alivio, de felicidad...de seguridad.

- Estás aquí - susurré en una respiración.

- ¿Dónde sino? - inquirió irónico.

Me quedé allí quieta, observandole con detenimiento.

- A mi no me vaciles - le espeté - soy tu heramana ¿recuerdas?

Se incorporó en el colchón y hundió la cabeza en las sábanas, agotado...como yo. Me acerqué, sigilosa hasta su lado y me senté junto a sus piernas, abrazandole como en los viejos tiempos.

- No tiene sentido Bella, vino aquí a decirte que no quería saber nada de tí...pero fue ella quien en un primer momento nos trajo aquí... y después cuando le dijiste que se largase pasó de ti...

- Yo tampoco lo entiendo Sam - suspiré.

- Después de seis años aparece aquí pidiendote que no la llames, ¿no era más fácil contestarte a la llamada?

Me encogí de hombros confusa y le desgarbé el pelo, haciendo que se molestase y se apresurase a ordenarse el cabello rapidamente.

- De todas las veces que me he imaginado como sería...no me lo esperaba así, se quedó allí sentada como si estuviese esperando algo... ¿que quería? ¿que le acribillasemos a preguntas? Yo es que...no lo acabo de entender...

- Ni tú ni nadie Sam...

Volvió a bajar la cabeza y perdí de vista sus enormes ojos azules, tan distintos de los míos castaños pero únicos. Me encantaban, y siempre lo harían y odiaba verlos llenos de rabia como en ese preciso momento.

OppositesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora