Supongo que el enfado venía conmigo misma y no con el mundo, no estaba enfadada con Will sino conmigo misma y con la parte de mí que me relacionaba con Will porque no aprendía, y sabía que podrían gastarme las mismas jugadas una y otra vez y yo volvería a caer una tras otra en el engaño, estaba enfadada con mi cerebro porque él no le había puesto ninguna objección a mi corazón cuando había apostado por Will y eso era traicionarme, mi propio cerebro se aliaba con mi enemigo...pfff.
-Tay...¿te acuerdas de la camiseta azul que te gustaba tantisimo en Malibú?Creo que hay una igual en mi armario, supongo que mi padre me la compró antes de venir....tengo que enseñartela - comenté.
La mano de Zack se posó sobre mi cadera izquierda, estirando de mi hacia atrás para sacarme de la fila de chicas que caminaba delante de los chicos.
- ¿Qué pasaba antes con Will? - preguntó en voz baja.
Concentré mi mirada en el suelo, evitando dirigir mis ojos hasta sus pupilas verdes o hasta su sonrisa truncada.
-Supongo que confié en él demasiado rápido...no tienes de que preocuparte en serio...
-Bueno, sé que esta nueva amistad está aún un tanto débil pero....si necesitas a alguien que le parta las piernas....¡me ofrezco! -exclamó.
Cuando escuché el sonido de sus labios curvandose en una sonrisa reí automáticamente y vi como su intento de divertirme funcionaba y tenía éxito.
-No hará falta...aunque no lo descarto - bromeé.
Caminamos mientras su brazo izquierdo me rodeaba la espalda y caminamos juntos hasta casa de James y Oliver. El jardín era similar al mío excepto que este contaba con más sillas donde poder relajarse mientras que las mías estaban todas en el garaje apiladas. Me dejé caer sobre la hierba mientras los chicos se sentaban en las sillas comentando las mejores jugadas de fútbol de todos los tiempos, mientras tanto, yo que esperaba que Zack se sentase con ellos vi como descendía a mi lado y se tumbaba sobre la hierba junto a mí. Me puse mis gafas de sol para evitar que los rayos de media tarde me cegasen y estuve así un buen rato, en silencio, con el sol dandome de lleno sobre la piel y escuchando el sonido del mar a pocos metros de mi...simplemente la clave de la relajación. Poco después de dejar mi mente en blanco totalmente, sentí los dedos de Zack sobre mi brazo, deslizandose hacia arriba y hacia abajo mientras yo recordaba como jugabamos a los masajes de niños en los campamentos de verano, cuando teníamos ganas de volver a casa siempre acababamos haciendonos masajes para olvidarnos de todo y centrarnos en los escalofríos que recorrían nuestra espalda, eran buenos tiempos aquellos.
- ¿Qué vais a hacer esta noche? - preguntó Zack - ¿volvemos a ser los nenes buenos encerrados en casa antes de días de colegio o como?
Reí ante la pregunta y me incorporé, retirandome las gafas de la cara para ver a Harry jugando a coger la botella que lanzaba una y otra vez al aire, pero no era la persona más ágil del mundo y de pronto plof. En la cara. Las carcajadas del grupo rellenaron el ambiente y entonces, me sentí en casa.
Podíamos ir a uno y otro sitio, podíamos viajar alrededor del país y seguir teniendo un hogar que no era necesariamente un lugar definido sino ese grupo de personas que tenía justo en frente. A primera vista podían parecer niños de cuatro años en los cuerpos de adolescentes de dieciesiete, sin embargo, eran las mejores personas de mi vida y sin dudarlo ni una sola vez podría haberlo repetido en ese momento hasta haberme quedado afónica, lo tenía claro, no sabía porqué ni cómo pero lo sabía. No necesitabamos caerle bien a un grupo de inútiles a quienes solo veríamos por un año. Eramos felices como eramos nosotros a solas y no teníamos por qué aguantar impertinencias de desconocidos. Era bonito tener un grupo así, con el que poder compartir todas y cada una de nuestras experiencias sin miedo, un grupo en el que poder confiar y con quienes poder contar uno a uno, ese era mi hogar, esa era mi familia.
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Opposites
RomanceBella llega a una ciudad desgraciadamente muy familiar para ella. Tras los seis años más difíciles de su vida cuando parecía que el día a día era una rutina, un giro de tres cientos sesenta grados cambiará su forma de ver las cosas, nuevas personas...