- ¿Estás estudiando? ¿Necesitas algo? - inquirió mi padre.
Dejé el lápiz sobre el libro y dejé que mis ojos se encontrasen con él, que asomaba medio cuerpo por la puerta de mi habitación con una bandeja repleta de comida en sus manos. Era medianoche y no me había visto el pelo en todo el día...ni si quiera había salido a saludarle cuando había llegado, estaba totalmente concentrada en los exámenes del día siguiente y solo me quedaban unas horas más de estudio para la libertad.
- No, estoy bien - mentí, en un susurro casi inaudible.
Cogí una de las tostadas y me senté en la cama para tomarme un descanso, el que creía que era el primero en todo el día. Estaba agotada pero sabía que merecería la pena, o al menos eso quería creer...sí, más bien eso quería creer. Solo me quedaba una noche más de sacrificio, y daba gracias por eso ya que si me hubiese tenido que quedar una única noche más en casa estudiando me hubiese disparado a bocajarro sin dudarlo ni arrepentirme y bien feliz de ello. Will y yo a penas nos veíamos fuera de la biblioteca o de mi casa, estaba empezando a perder la cabeza entre tanto libre y tantas horas o bien estudiando o bien intentando aclarar mi cabeza en lo que se refería al asunto de los mensajes y todo ese rollo. Mi padre se sentó en el sillón frente a mí, con la intención de hacerme algo de compañía aunque ambos notábamos la incomodidad del silencio presente entre nosotros mientras yo aletargaba el movimiento de mi mandíbula, buscando una excusa en la que refugiarme que me impidiese iniciar una conversación entre padre e hija.
- ¿Lo llevas bien?
- ¿El qué? -inquirí.
Señaló con la cabeza hacia los libros y asentí, me estaba empezando a aturdir por la falta de sueño y el cansancio que se acumulaba.
- Bueno, lo llevo... ¿que ya es bastante, no?
Rió, ahogando el sonido en un sorbo de su café ardiente y volvimos al silencio sepulcral. Sabía que ese era probablemente uno de sus mayores temores, aunque jamás me lo había reconocido y no tenía esperanzas de que lo hiciese, le daba pánico el silencio que se formaba entre nosotros. No por el silencio en sí sino por lo que se avecinaba : por lo que pudiésemos preguntar, por lo que pudiese ser el causante del silencio, por nuestras reacciones...por las posibles y probables conclusiones, en definitiva. Detuve mi mirada en sus ojos y continué esperando a que hablase alguno de los dos, en parte le comprendía...su pánico al silencio quiero decir ; porque en esos segundos de silencio me había dado tiempo a decidir como deseaba enfocar el tema sin ser demasiado agresiva... el tema que llevaba rondando en mi cabeza semanas y que necesitaba sacar de mí antes de que me comiese por dentro.
- Papá... tu crees que quizás... ¿podría haber alguien observándonos?
Bebí del zumo de naranja a la par que observaba como se ponía rígido, como si se congelasen todos y cada uno de los músculos en su cuerpo , se mantuvo estático valorando la situación y como dar el ya típico rodeo que le permitiese salirse con la suya.
- ¿Por qué preguntas eso?
Me encogí de hombros, seguía teniendo un resquicio de ilusión que eme hacía creer que quizás eran todo imaginaciones, pero para haber creído eso hubiese necesitado una respuesta segura, certera y negativa a l apar. Me recosté sobre la pared y analicé su rostro, su mirada inestable incluída en el lote.
- He visto varios días un coche raro y... no sé...debe se runa locura de las mías, tranquilo - suspiré.
- ¿Un coche cómo? - preguntó, interesado de verdad.
- No sé, negro, aparcado en la casa de en frente. Papá seguro que no es nada, en serio, porque si tuviese algo que temer probablemente tú me avisarías, ¿no?... es de mí de quien hablamos, de tu hija.
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Opposites
RomanceBella llega a una ciudad desgraciadamente muy familiar para ella. Tras los seis años más difíciles de su vida cuando parecía que el día a día era una rutina, un giro de tres cientos sesenta grados cambiará su forma de ver las cosas, nuevas personas...