12. Partida

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La chaqueta resbaló y tocó el suelo, ni si quiera la cogí, simplemente caminé hacia mi habitación. Subí las escaleras sin importarme el ruido que podía estar haciendo o si podía despertar a mi padre en el camino arriba. Entré en mi habitación y me dejé caer en el suelo junto a la cama. Incluso cuando creía estar lista para todo, cuando creía que  mis defensas eran las suficientes como para poder alejarme de todo aquello que pudiese herirme por poco que fuese...volvía a ablandarme, aflojaba la cuerda y volvían a jugarmela. Por más que creía que había cambiado, no era así, jamás cambiaría porque era una estúpida. Le había creído cuando había dicho que no era como el resto, había creído que podía ser cierto, había querido tener esperanza en ello y me había equivocado...de nuevo.

-¿Bella estás bien?

Sam vino de madrugada, antes de acostarse tocó a mi puerta, comprobando si seguía despierta o si estaba teniendo mis pesadillas, si estaba bien. No respondí, no me gustaba mentirle a Sam y tampoco preocuparle, estaba enfadada y no con ese tal Will sino conmigo misma, por volver a caer y no reaccionar a tiempo. Vestida como estaba me quedé sentada allí, pensando en como podía haber sido tan estúpida de dejarme engañar por uno de esos egocentricos que tan solo pensaban en si mismos, y en efecto, tan solo había pensado en si mismo cuando no me había dicho quien era y me había casi obligado a ir con él. Solo quería pasar un buen rato engañando a una desconocida y realmente esperaba que lo hubiese pasado genial, al menos uno de los dos se habría divertido en ello. Sabía que Taylor y Harry me llamarían, Taylor era una cotilla de narices que probablemente ya lo habría visto y estaría llamando al móvil que no tenía. Las horas pasaron, la madrugada pasó y vi como amanecía, vi el sol hacer su aparición y a los primeros bañistas y surferos. Él iba a venir, y lo que más miedo me daba no era eso sino si vendría con periodistas, paparazzis, fotografos o ¿con qué? y ¿qué clase de artimaña usaría para engañarme de nuevo?.

 Mi padre tocó a la puerta pero tampoco respondí, no quería hablar con él a pesar de que sabía que Sam habría hablado más de la cuenta y a esas alturas él ya lo sabría...solo quería no ser yo y mi padre era el comienzo de quien yo era por tanto hablar con él no iba a serme de ninguna ayuda.

A las nueve me levanté de la butaca sin a pensas haber dormido  y me metí en la ducha, estuve al menos media hora bajo los chorros del agua deseando que el agua hiciese que todo lo malo de mi vida se esfumase en un segundo. No quería quedar como una estúpida quería poder reaccionar, y hacerle ver que la jugada no le había salido bien. En cierta manera él lo sabía, me lo había dicho la noche anterior, sabía que me iba a dar cuenta. Conocía a Will Rivers, recordaba los problemas que había tenido con la justicia, con la policía y con el alcohol...sí, los recordaba, habían salido en la televisión hacía poco y recordaba como había apagado la tele sin querer escuchar nada al respecto. Me vestí cansada y fui escaleras abajo, me senté en el porche y esperé.

Su pelo rubio apareció precediendo al resto de su cuerpo desde el coche, las gafas de sol cubrían sus ojos y vi como se atusaba la camiseta sobre los pantalones antes de encaminarse hacia el buzón. No me había visto cuando metió la pequeña caja en el interior de este, justo después deslizó una sonrisa hacia mi y caminó hacia donde yo estaba con una sonrisa de oreja a oreja, nada comparada con mi sonrisa exultante que intentaba creer para ver hasta que punto él podía mentirme

-¡Hola falsa Katy!-exclamó.

-¡Hola!

-¿Qué tal?¿Has dormido bien?

-Sí, genial.

-¿Qué te parece si desayunamos?

Me llevó a un restaurante donde pedimos un par de batidos de frutas y chocolate mientras yo me esforzaba por aguantar mi farsa un poco más.

OppositesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora