30. Enagenación o realidad

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El sábado por la tarde me lo dediqué a mi misma, tirada sobre el sofá, con los pies apoyados en la mesita del café mientras escuchaba la discografía completa de Coldplay y cogía cereales del bol posado sobre mi estomago, totalmente relajada y sin intenciones ni planes para cambiar ese estado.

- ¿No vienes? - inquirió mi hermano mientras se colocaba la corbata con su habitual torpeza para esas cosas.

- Noooo - suspiré con pesadez.

-¿ Por qué no vienes? Van a venir todos tus amigos...

- Es que, sinceramente...no me importa en absoluto lo que sea que lleve a celebrar esa gala, así que prefiero este plan - suspiré- pasarlo genial.

Vi como entrelezaba el nudo de su corbata correctamente en el cuarto intentno y como el orgullo que le recorría por dentro se mostraba en su cara.

-¿ Donde esta el Sam que se ponía pajaritas de broche porque no sabía ni atarse los cordones? - le pregunté con un deje de melancolía en mi voz.

- En el mismo sitio que la Bella que fingía pasarselo bien en las fiestas de papá ¿no?

Condescendiente, como siempre ¿que duda cabía? Sonreí irónica ante su pregunta y dejé que se marchase escaleras arriba para continuar arreglandose. A las seis de la tarde mi padre y mi hermano bajaron en sus respectivos trajes negros, tan elegantes como acostumbraban abrochandose los relojes y podía sentir el móvil vibrar a mi lado, me limité a dejarlo continuar con la vibración ya que sabía que las chicas estarían pasando fotos de sus modelitos y el verlas me daría ganas de enseñarles mi look informal de pantalones de chandal raídos y manchados con gotas de aceite de la comida y una camiseta rota y tan usada que la tela era practicamente transparente; sabía que a mi me haría gracia y incluso quizás a Jen pero no quería una charla de Tay sobre como había que ser formal incluso en casa por tanto me contuve.

- ¿Bella seg...?

-No acabes esa frase - le escupí a mi padre - por quinta vez para los dos, espero que no os arrepintais de haber ido más tarde.

Sin ni si quiera dirigirle la mirada cerró la puerta de casa y me rehice la coleta con las manos, comprobando con el tacto como quedaba tan desastrada como sabía que iba a quedar, perfecto. Me levanté del sofá para echarle mano al periódico del día mientras esperaba a que se hiciese la hora de la cena para preparar algo precocinado y salir al jardín a ver las estrellas. En las páginas de prensa rosa salía yo, en el coche tan solo hacía unos días junto a Will. Ni si quiera quería leer el articulo, quería seguir pensando que Will era una buena elección, es decir, que elegir no alejarme de Will en un primer momento había sido una opción acertada y sin emabargo aunque intentase ocultarselo a él, al verme en las páginas de ese periódico se me hacía díficil incluso convencerme a mi misma de ella. Todo lo que había odiado convertido en realidad, costaba de asumir y de aceptar. Me había visto ya, el día anterior en uno de los programas de televisión de critíca social a medianoche y había apagado la televisión instintivamente, sabiendo que no quería oír lo que iban a decir y que no necesitaba escucharles. Cerré de nuevo el periódico y lo dejé caer el suelo, ni si quiera se merecía estar en la mesa. Sabía que mi padre lo había leído y también sabía que no me había preguntado por miedo a que yo continuase con mi interrogatorio, el cual aún intentaba asimilar y comprender , sin demasiado éxito en ambas cosas.

El sonido de el puño de alguien contra la puerta principal me hizo reaccionar y salir huyendo de mi cabeza para levantarme con tranquilidad y parsimonia del sofá y dirigirme a la puerta, fácilmente tendiendo en cuenta el volumen al que había puesto la música, podían ser los vecinos cabreados. Pero no, era Will, con su habitual mirada encantadora, asomando por encima de unas gafas de sol de aviador caídas sobre la nariz y una sonrisa pícara que me hizo darme cuenta de la apariencia que tenía en ese justo momento.

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