- Buenos días - susurré en el oído de Will.
El rubito estaba tumbado boca abajo y yo hundí mi cabeza contra la suya, de manera que noté cuando respiró hondo, despertando de su sueño profundo.
- Buenos días son si me despiertas así - susurró contra mi cuello.
Plantó un pequeño beso contra mi piel y sonreí de nuevo, a penas había dormido y me había despertado casi cinco veces pensando en esa llamada y en la voz atemorizada de mi madre contra la de ese hombre, segura y con autoridad. Y sin embargo esa voz y ese instante, habían valido en parte la noche en vela observándole dormir.
-Tienes que levantarte, venga.
El móvil sonó sobre la encimera y salté a cogerlo inmediatamente, asustada. Incluso Will quedó paralizado, expectante para ver quien me requería pero se tranquilizó cuando suspiré aliviada al ver el nombre de Zack anunciado en mi pantalla, jamás había sido tan feliz porque él me llamase.
- ¿Diga? - murmuré tímida.
Porque mi suspiro de alivio se tornó en timidez y en incomodidad cuando me dí cuenta de que tenía a Will semidesnudo a mi lado.
- Feliz, feliz en tu día... -canturreó.
Reí y ví como Will aún seguía pendiente de mí, por lo que me encaré a la nevera para hablar un poco más alejada de él.
- Gracias - suspiré.
- Oye, quiero verte, ¿tienes un rato libre para dedicarle a este idiota?
Lo pensé, debatiendome mentalmente sobre lo que era adecuado en la situación, o no, y finalmente me dí cuenta de que Will tenía que entenderme si pretendía que eso funcionase y si era lo que a mi me apetecía hacer, iba a hacerlo, porque sí. Porque quería y porque debía.
- Venga, vale, quedamos a las diez en la Plaza Central ¿ te parece?
- Perfecto cumpleañera.
Reí levemente antes de colgar, para darme cuenta de que las manos de Will estaban sobre mi vientre y sus labios rastreaban mi cuello con dulzura.
-¿ Tienes tiempo para desayunar? - inquirió.
Negué con la cabeza y me costó negarme ante su morriña, pero finalmente conseguí separarme de él que me lo estaba poniendo muy díficil y volver a ponerme mi ropa, dandole su camiseta.
-¿Te vas con Zack, no?
Me tensé y Will lo notó, lo había adivinado porque me conocía como a sí mismo.
-Sí - admití - es mi amigo, aunque a ti no te haga mucha gracia.
- No me fio ni un pelo - suspiró.
- Celosón - bromeé mientras cerraba la puerta de la casita.
El GPS de mi móvil me condujo hasta casa, donde subí sin hacer mucho ruido par ano despertar a Sam, y me cambié de ropa con la intención de que nadie se percatase de mi ausencia durante esa noche.
- ¿Dónde has estado dieciochoañera?
El abrazo de Sam por la espalda me pilló desprevenida y solo pude reírme ante la pregunta, y luego decían que las chcias eramos cotillas ¡já!. No le conocían a él. Correspondí su abrazo y dejé que me levantase en brazos.
- Te quiero enano - suspiré.
- Eso no contesta a mi pregunta - murmuró entre risas al desaparecer por el marco de la puerta.
Reí con su comentario mientras acababa de estirarme las botas para no caminar incómoda. Por primera vez en todo lo que llevaba de día, me tomé un instante para mirarme al espejo y reflexionar sobre mis dieciochos años. Coloqué mis manos entorno a mis caderas y sonreí levemente. El vestido de estampado etníco granate me sentaba bien, aunque me quedaba ceñido a la altura del trasero, cosa que odiaba, me gustaba lo que veía en el espejo: era yo. ¿Me gustaba a mí misma? Dieciocho años, hacía más de quince de cuando jugueteaba a ponerme los tacones de mi madre y me ponía colorete hasta en la frente solo porque "así se me veía más". Recogí mi pelo largo en una trenza de espiga y me calcé un gorrito de lana antes de salir de casa. Había crecido, y había aprendido... y estaba orgullosa de mí misma por haber llegado hasta ahí prácticamente sola. Muy orgullosa de hecho.
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Opposites
RomansaBella llega a una ciudad desgraciadamente muy familiar para ella. Tras los seis años más difíciles de su vida cuando parecía que el día a día era una rutina, un giro de tres cientos sesenta grados cambiará su forma de ver las cosas, nuevas personas...