Los cristales rotos rozaban mis pies en ese instante, a la distancia adecuada como para no hacerme sangre, aunque ni si quiera me hubiesen hecho daño si eso hubiera ocurrido. No estaba llorando, ni estaba gritando....estaba paralizada. Ni si quiera mis manos se movían, estaba quieta, como cristalizada. Solo podía observar sus rostro, sin quitar la mirada de él. Pálida como yo, pero maquillada...estaba muy cambiada, casi irreconocible...pero podía descrifrar las mismas facciones que marcaban mi rostro, envejecidas pero iguales a la vez. Era extraño verla allí sentada, como si nada, sentada en mi sofá, en mi sitio del sofá. Sentada en mi sitio del sofá, frente a mi padre. Mi padre y mi madre juntos...que extraño.
- Bella... -susurró ella.
La puerta de casa se abrió en ese preciso instante y vi como Sam entraba sin darse cuenta de nada, cerró la puerta y dejó la mochila del entrenamiento en el suelo. Se descalzó y entonces miró hacia el salón, nuestro salón. Con esa mujer allí sentada, observando a ambos.
- ¿Qué esta haciendo ella aquí? - exigió entre dientes Sam.
Me acerqué sigilosa a una silla de la mesa del comedor, temiendo que mis piernas fallasen y me senté, haciendo el menor ruido imposible y deseando ser un fantasma.
- Venid, hablemos por favor - suspiró mi padre.
- No...no....no voy a sentarme ahí con ella - susurré intentando articular las palabras.
- ¿Bella?
Su voz era real, no estaba soñando...ojalá lo hubiera estado realmente. Pero no soñaba, era su voz, era ella.
- ¿QUÉ HACE ELLA AQUÍ? - repitió Sam, casi a gritos.
- Sam por favor... - suspiró mi padre - sientate, no montes el númerito por favor...
- ¿Qué numerito? ¿El de hijo abandonado? Es lo que soy - murmuró.
Me dolía la cabeza como si me estuviesen clavando pinchos, y a cada palabra o pensamiento se producían más y más.
- Elizabeth tiene algo que decir... - suspiró mi padre, dando un trago a su lata de cerveza.
- Bella, he venido porque tienes que dejar de llamar.... no puedo cogerlo, tienes que dejarlo ya ¿me entiendes?
- ¿Por qué? - exigí saber.
- Porque sí y no puedo...
- Vienes a mi casa, para pedirme que...
No sabía que decir, no encontraba las palabras y solo quería desaparecer, pero eso hubiera sido copiar su comportamiento y era lo último que deseaba hacer.
- Vienes a mi casa, para pedirme que deje de llamarte...que deje de llamarte cuando tú llamaste primero. Vienes a mi casa a exigirme algo....¿de verdad te crees con ese derecho? - susurré incredula.
- Esto es por tu propio bien Bella, te lo puedo asegurar....
Las lágrimas se estaban acumulando en mis ojos, a punto de salir de ellos sin control pero yo me esforcé por hacerlo, por contenerlas y por evitar que mi madre viese las lágrimas en mis ojos, sobretodo por eso último.
- Papá.... ¿por qué está aquí? ¿por qué la has dejado entrar en casa?
- Sammuel, por favo no hagas esto más dificil de lo que ya le es a tu madre....
Sam se levantó de la mesa en la que se había apoyado y le dió una patada tan fuerte como fue capaz a una silla haciendo que esta se volcase de golpe.
- ¡ Estoy hasta las santísimas narices de esto ! ¡De esto y de todos vosotros también joder! ¡Que os den! - chilló.
Podía ver, desde mi paralisis corporal, la ira y la rabia condensadas en su interior, intentando salir de él. Era muy joven para haber vivido tantas sensaciones y tan fuertes, juntas, revueltas y distintas. Se adelantó un par de pasos, furioso hasta colocarse fretnte a ella quien impasible se estaba colocando un par de mechones que caían sobre su frente tras la oreja. Que típico de ella, y de mí también.
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Opposites
RomanceBella llega a una ciudad desgraciadamente muy familiar para ella. Tras los seis años más difíciles de su vida cuando parecía que el día a día era una rutina, un giro de tres cientos sesenta grados cambiará su forma de ver las cosas, nuevas personas...