-¿Cómo te llamas? Ni si quiera sé tu nombre y quieres que pase un día contigo.
Caminaba deprisa mientras yo intentaba seguirle el ritmo con mis piernas cortas en comparación con las suyas, sin embargo ante la pregunta se detuvo y me dió tiempo a llegar a su altura a lo largo del paseo marítimo. Enfocó sus ojos tras las gafas de sol hacia mi, mientras me colocaba el pelo tras las orejas.
-¿Realmente importa tanto mi nombre?¿O el tuyo? Quiero decir, ¿no es el nombre una de las caretas de identificacion?¿realmente importa como me llamo para saber si valgo o no la pena como persona?¿te importa mi nombre para pasar un solo día conmigo? En cuanto entres en tu casa esta noche te acostarás y tras un par de días olvidarás mi nombre, como el de la mayoría de la gente con la que te cruzas en la vida, así que no veo necesario tener que decirte mi nombre para que acabe cayendo en el olvido de la mente de una adolescente la verdad...
Siguió caminando esta vez más relajadamente mientras yo me reponía de la especie de lección moral que acababa de recibir de un chico que debía tener mi edad aproximadamente, tardé un segundo en darme cuenta de que volvía a estar a varios pasos de mí por lo que aceleré hasta cogerle. Abrió los brazos cuándo una ola salpicó sobre el paseo mojandonos a ambos y sonrió, mostrando sus dientes perfectos enfocados a mí.
-¿No te gusta esto?¿El sol?¿El agua? Yo lo amo...- reconoció- Saints es especial en esto...
-Malibú es mucho mejor- suspiré- no es comparable, es como comparar las galletas de Starbucks con las del supermercado ¿sabes? Sobran las palabras.
-Vaya, tenemos aquí una niña pija de California ¿no? -dijo socarrón-¿de que tipo de películas vienes tú exactamente?
-Como sigas con ese tonito de superioridad el único tipo de película que va a haber es una de terror-dije amenazante.
-Uhhhhhh ¿ves?eso es lo que no me gusta de ti, esa cara de asco que pones a cada broma que hago...no, no...no me gusta nada. Creía que con un castigo en el agua ya habías tenido bastante... ¿no es suficiente?
- Que asco das...
Él sonreía satisfecho, había prometido pasar el día con él y yo era una persona de palabra, y necesitaba un móvil, sí, también por eso. Sin darme cuenta estabamos frente a una pequeña caseta de madera marrón a los pies del paseo, en la arena, entramos en la arena y él se dirigió a lo que parecía una basta puerta. Tiró de ella con fuerza abriendola tras haber abierto el candado con una pequeña llave escondida tras los tablones de madera y detrás de él intenté observar el interior, parecía una especie de almacén...Había una moto negra y plateada la cual a Sam le habría encantado y en la ocuridad se distinguían estructuras alargadas que parecían tablas de surf. Él cogió un pequeño paquete de cerillas de la estantería del costado y encendió una, acercandose al fondo de la pequeña caseta de a penas unos metros cuadrados sacó una de las estructuras, que efectivamente era una tabla de surf azul oscura con unas letras blancas sobre ella y se giró hacia mí sonriente ante mi estupefacción.
-¡SURF!¿Qué puede haber mejor para pasarselo bien en Saints que el surf?
-Todo dado que no sé surfear- comenté riendo, reí a carcajada limpia mientras él sacaba otra de las tablas ya que por muchas veces que había intentado surfear no lo había conseguido y sabía que él se iba a cansar de mi torpeza en seguida.
Tras encerarlas debidamente, se puso en pie y se me adelantó en el camino a la orilla, desde allí pude verle la espalda sin camiseta. Los musculos definian toda su espalda a la perfección, con un par de pecas en la parte superior, pero lo que realmente llamaba la atención eran un par de cicatrices en cruz en la base del cuello, se cruzaban a la altura de los omoplatos donde empezaban sus hombros. Sin detenerme mucho más me puse en pie y cogí la tabla bajo el brazo, intentando parecer experimentada tal y como veía hacer a Harry en todas sus competiciones de surf y corrí a su lado, ya que me estaba esperando.
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Opposites
RomanceBella llega a una ciudad desgraciadamente muy familiar para ella. Tras los seis años más difíciles de su vida cuando parecía que el día a día era una rutina, un giro de tres cientos sesenta grados cambiará su forma de ver las cosas, nuevas personas...