48. Dudas

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El sudor caía por mi frente cuando desperté tras un grito, no sabía si en mi sueño o en la realidad pero un grito. Abrí los ojos aterrada y me dí cuenta de que tan solo era una pesadilla, a las cuatro de la mañana en medio de la noche, pero una pesadilla. Tan solo yo, en el borde de ese faro a punto de dejarme caer y grité por el alivio que sentí en esa caída, porque en mi pesadilla, me lanzaba. Por los pasos acelerados de mi padre comprendí que no era la única en esa casa y que esa vez le había despertado. Me retiré el pelo de la cara y me sequé el sudor tanto como pude con el dorso de mi camiseta, para cuando acabé el puño de mi padre resonó contra mi puerta.

- ¿Estás bien? - preguntó con voz cansada.

- Sí, sí - mentí.

Volví a tumbarme sobre la almohada y respiré profundamente, estaba cansada de esas pesadillas y ni si quiera sabía como acabar con ellas, ¿un psicológo?. Si tenía que contarle todos mis problemas acabaría necesitando él más tratamiento que yo misma.

- Me gustaría dormir doce horas seguidas algun día - suspiré contra la almohada.

Vi en el reloj de la mesilla que marcaban las cinco y media, tras un largo rato reflexionando me dí cuenta de que era sábado y de que Harry se habría despertado temprano para ir a entrenar o a la piscina, o a surfear o cualquier cosa que implicase deporte, sudor o músculos.

- ¡Buenos días! ¿Qué te toca hoy?¿Nadar?¿Correr? - pregunté en el teléfono.

Escuché uno de los bostezos mañaneros de Harry y le sonreí al móvil, le conocía lo suficiente como para saber que en ese mismo instante se estaba sacudiendo el pelo para llevarlo hacia atrás y que los rizos se moldeasen.

- Nadar, ¿qué quieres pesadilla? - preguntó al otro lado, aún somnoliento.

- Luego me paso por la piscina ¿vale?

Sin esperar a que respondiese colgué el teléfono, me tragué casi un litro de café a conciencia y comprobé que el café no era de ayuda para sanar las ojeras. Me retiré el pelo en una coleta y me puse un bikini bajo un sueter de punto largo y ancho y unos vaqueros ajustados antes de salir de casa hacia la piscina del club deportivo en el que Harry ya era uno más. El paseo marítimo se me hizo extremadamente largo, a las seis de la mañana lo extraño hubiese sido lo contrario obviamente. Al final del paseo, al llegar a la rompiente rocosa, las grandes rocas ocultaban una piscina enorme en la que se distribuían las calles para los nadadores de mayor rápidez a los más lentos o principiantes, la piscina era una de las instalaciones del club deportivo de Saints el cual tenía desde pista de tenis hasta campo de golf, de absolutamente todo. Pasé por encima del muro rocoso y salté desde una de ellas hasta el suelo, cercano a la calle donde veía el gorro de natación de Harry, azulado,  con los rizos ocultos bajo ese gorro. Contemplé desde el borde de la piscina ,donde mis pies descalzos se mojaban con el agua que se desbordaba, como Harry acababa uno de esos largos y salía a la superficie impulsandose con sus brazos.

- ¿Qué te ha dado a ti para que estés despierta y aquí tan temprano? - inquirió bromista.

Me encogí de hombros con una pequeña sonrisa trazando mi rostro y me decidí a contarle aquello que necesitaba, y el porqué de mi próposito para ir hasta allí a esas horas de la madrugada. Al fin y al cabo Harry siempre había sido mi confidente más íntimo, si yo tenía alguien a quien llamar así.

-¿ Podemos hablar? ¿Cómo en los viejos tiempos? - casi rogué.

Mi tono infantil me hizo reír a mí y a él, que esperaba una respuesta expectante y se encontró con la Bella insegura que aparecía en situaciones como esa, tontas pero en las que no sabía manejarme.

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