Quieren conocer las pilatunas que a veces nos juega el corazón, bueno pues he aquí una de ella.
Esta es una historia simple, sin muchos aspavientos para volverse inolvidable, a veces enamorarse nos vuelve cursis, quien no ha sentido los estropicios...
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En un beso, sabrás todo lo que he callado.
Pablo Neruda.
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Hoy.
— ¡Hoooolaaaa!.... — Llega enfervorizada.
Su alegre saludo no lo pronuncia apenas traspasa la puerta, lo hace cuando casi está pegada a mi cuerpo, concentrado realizo mi trabajo como diseñador de calzado fino para mujer.
Como estoy tan distraído, que apenas escucho ese tono tan seductor de una pego un brinco, intento resolver el embrollo en el que me encuentro, el motivo, los benditos modelos que días antes había diseñado, por eso que no me di cuenta de lo que sucedía a mí alrededor.
Si en la ciudad se hubiese desatado una guerra, una asonada, o el ataque de algún grupo terrorista, ni por asomo yo me hubiese percatado, lo percibir solo cuándo estuvo parada, casi adherida, rozándome.
De forma cariñosa me rodea con sus brazos y me atrae hacia su cuerpo, notarlo es algo que me enternece de manera desconcertante, enreda los dedos sobre mi vientre y enseguida se recuesta, recarga el mentón sobre mi hombro, y con el vahído que sale de sus labios pareciera que me aireara la piel, al sentirla de una se pone como arrozuda.
Cuando los pezones me pulsan en la espalda, la sensación es tan agobiante que automáticamente me rapa la capacidad de moverme, más rígido no me puedo sentir, es como si un sismo me sacudiese, como si un terremoto me zarandeara y lo hiciera desde la cabeza hasta los pies.
Pero lo que sigue es peor a lo que me está produciendo en este instante.
Con un tierno mordisquito en el lóbulo hace que todo se me revuelva, es algo que me estremece y de lo que no me puedo contener, porque el si el susto me es imposible describirlo, lo que le hace a mi virilidad comience a desentumecerse, es como si se estirara, hacerse más grande cada vez.
