Quieren conocer las pilatunas que a veces nos juega el corazón, bueno pues he aquí una de ella.
Esta es una historia simple, sin muchos aspavientos para volverse inolvidable, a veces enamorarse nos vuelve cursis, quien no ha sentido los estropicios...
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Nuestros mejores éxitos vienen a menudo después de nuestras mayores decepciones.
Henry Ward Beecher.
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Han pasado seis meses desde cuando me decidí por aprender el arte del diseño de calzado fino para mujer.
Durante todo ese tiempo me convertí en un experto en esa labor, he aprendido a fabricarlo desde su diseño, también en el montaje, incluso en el terminado, ya soy capaz de dejarlo listo para empacar y sacarlo a la venta en cualquier almacén que negocie con esa clase de artículos.
He diseñado más de veinte estilos, hoy se lo voy a presentar a mi tío, él fue el que me enseñó todo lo concerniente a ese tipo de trabajo, me he dedicado con una tenacidad casi religiosa durante todo el tiempo libre que me han dejado mis ocupaciones inherentes a mi profesión.
Layla ha seguido dirigiendo la empresa con un éxito tan increíble que tiene asombrados a todos los que forman parte de la compañía.
Mi tío no le ha dicho nada a mi familia sobre mi aprendizaje por cuenta de sus enseñanzas, sinceramente que me dedique con la mayor disciplina posible para convertirme en un buen armador de zapatos, esa es una verdad que no lo puedo a negar.
Ya en la empresa-
— Hola tío.
— ¡Lu, hijo como estas!
— Bien, muy bien, gracias a Dios.
— Que te trae por estos lares, muchacho.
— Te traigo los diseños a ver qué te parecen.
— Vamos al taller, los quiero mirar con detenimiento, como son los primeros merecen que le dedique la mayor atención posible, ¿no lo crees así?
Ya en el taller.
Le muestro todo lo que hice, son cinco para ser más preciso, se los muestro expectante pero eso sí pendiente de lo que me va a decir.
