¿Por qué es tan cruel el amor? que no me deja olvidar, que me prohíbe pensar, que me ata y desata y luego de a poco me mata.
Ricardo Arjona.
Han pasado varios días desde cuando sentados a la mesa, opte por comentar que estaba pensando muy seriamente en aceptar el cargo que me ofrecían para dirigir el departamento de diseño, en una de las firmas más emblemáticas en la producción de calzado fino para dama.
De Italia era donde estaban requiriendo de mis servicios.
Les dije que lo me brindaban era una propuesta muy tentadora y a la vez, muy difícil de desechar, esta se podría llegar a convertir en mi sueño más preciado para el ejercicio de mi nuevo profesión, porque el recibir esa clase de oferta era como ganarse la lotería, como coger el cielo con las manos, como llenar las expectativas que me había creado en las nuevas labores en las que ahora me estoy desempeñando.
Que todo sería fabuloso, que la remuneración, excepcional, que las prestaciones, extraordinarias, que los reconocimientos, un privilegio que en ninguna otra parte del mundo me irían a conceder, que ninguna empresa de este país me podrían brindar lo que ellos me estaban ofreciendo, que quizás ese tipo de oportunidades nunca las volvería a recibir, que una propuesta de ese calibre no se me volvería a presentar en todos los años que me quedaban por vivir.
Que si la aceptaba, lograría cumplir con todas mis aspiraciones como diseñador, como profesional en lo que ahora me estoy desempeñando, y hasta como ingeniero industrial, título que logré poniendo mi mayor dedicación, mi mayor esfuerzo y quizás mis más grandes sacrificios, pues siempre sobresalí como un alumno muy aplicado y como un estudiante muy disciplinado en todo lo referente a mis estudios.
Hace más de dos horas que llevo practicando toda la variedad de ejercicios que conozco, incluso los que más esfuerzos me representan, con ellos busco sacarme todo el drama que me ha dejado el engaño y la traición que recibí, de la persona que más he amado en esta vida.
ESTÁS LEYENDO
LAYLA Y LU.
RandomQuieren conocer las pilatunas que a veces nos juega el corazón, bueno pues he aquí una de ella. Esta es una historia simple, sin muchos aspavientos para volverse inolvidable, a veces enamorarse nos vuelve cursis, quien no ha sentido los estropicios...