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Ama hasta que te duela, si te duele, es buena señal.

                                                                            Madre Teresa de Calcuta.


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Me despierto y lo siento a mi lado.

Como estamos desnudos, nuestros cuerpos se rozan, la sensación es enardecedora; sinceramente no sé cómo llegue hasta aquí, lo último que recuerdo es haber estado tendida, recostada encima de su pecho.

Seguro me trajo, siempre lo hace, y en sus brazos para mi mayor dicha, me ama tanto que no permite ni que de un solo paso, no quisiera que caminara, me giro y mis deseos por admirarlo se disparan.

Qué bello es, su imagen se me hace increíblemente fascinante, pero lo que más impresiona es su excelsa virilidad, solo con mirarlo ya estoy húmeda, la excitación me arrebata.

Delicadamente le acomodo el cabello y con la yema del índice apenas le rozo el contorno de la cara, esto me produce tal emoción que mis ojos se encharcan y al instante se anegan.

Mis lágrimas apenas si puedo aguantarlas.

Amar a Lu es vivir en otro ámbito, en otro sitio, en otro firmamento, en otro universo, en otra dimensión, él es mi realidad palpable de lo que es estar enamorada, el solo mirarlo me despierta un sentimiento tan grande que casi no me cabe en el pecho.

Mi amor es tan inmenso como es infinito el cariño del que nos ha dado la vida, de por sí me lo ha concedido para que lo disfrute con todo mi cuerpo, con toda mi alma, con todo mi ser y a fe que lo estoy haciendo y me lo seguiré gozando hasta que él nos lo permita seguir, porque así se oponga el mundo y toda su maldita hipocresía, lo amaré por siempre, por siempre lo amaré.

Le recorro el rostro con la punta del dedo, lo hago suave y delicada intentado que no se despierte.

Es inefable lo que siento viéndolo dormir, al tenerlo así como ahora mis deseos se disparan, unas ansias bestiales de besarlo se apoderan de mi cuerpo lo cual se me hacen imposible de reprimirlas.

LAYLA Y LU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora