Ama como puedas, ama a quien puedas, ama todo lo que puedas, no te preocupes de la finalidad de tu amor.
Amado Nervo.
Cinco años.
Sesenta meses de alegría, de indecible felicidad, la vida nos ha consentido como a ningunos, es más, nos ha premiado honrándonos, esa es la forma como se puede describir la dicha que sentimos, la razón, la desconozco, los cierto es que aparte de haberme dado al hombre más maravilloso que jamás pensé tener algún día, también me concedió dos regalos que con nada se lo puede comparar.
El pequeño Lu tiene cuatro años y tres meses, resultado de lo que planeamos con tanto esmero y que lo iniciamos la misma noche de nuestra boda, lo cierto es que se nos cumplió con una exactitud de un relojito de arena.
Junior como le decimos, tiene mi carácter, también tiene el color de mis pupilas, si el padre es un adonis, su hijo es un ser verdaderamente.... apolíneo.
Ella, la estampa exacta de su padre, ojos chocolate, labios devorables, sonrisa subyugante, pose de mando, gestos de autoridad, comportamiento de emperatriz, exige lo que quiere y rezonga si no se le complace.
La vida a más de todo, les repartió nuestro carácter, el del padre para mi niña, y el mío para mi pequeño.
El coche se desplaza raudo, manejo con aprensión, deseo llegar lo más rápido, hace cinco días que no los vemos, en este momento están con nuestros papás, la ganas de verlos son superiores a mi prudencia, razón por la cual, aprieto fuerte el acelerador, pero cada cuanto, Lu me reprende por mi falta de sensatez a la hora de conducir, es como siempre, él, el de la cordura, yo, la de la osadía, la de la irreflexión, el complemento perfecto para que nada sea monótono.
En ese momento estoy enfervorizada, sus dedos hacen arabescos atrás de mi cabeza, en ese lugar donde empieza mi cabellera, los movimientos son lentos, pero increíblemente deliciosos, eso me tiene en un sube y baje de emociones incontenibles.
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LAYLA Y LU.
RandomQuieren conocer las pilatunas que a veces nos juega el corazón, bueno pues he aquí una de ella. Esta es una historia simple, sin muchos aspavientos para volverse inolvidable, a veces enamorarse nos vuelve cursis, quien no ha sentido los estropicios...