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Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección.

                                                                    Antoine de Saint-Exupery.


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Cuando el partido está por comenzar, miro hacia la tribuna y veo lo que verdaderamente me inspira.

Está acompañada de otras chicas, todas expectantes, histéricas, nerviosas, exaltadas, ávidas por animarnos

Cada que levanto la vista me lleno con su presencia, el orgullo me reboza, sentir que soy su dueño me extasía y casi me vuelve soberbio, todo por la forma como me demuestra que soy todo para ella.

La miro, me sonríe, me quiere, me aplaude, me anima, me ama, me adora, eso me fortalece, sé que debo esforzarme para vencer en este reto para que se sienta vanidosa, para que se ufane de mi habilidad en la practica este deporte.

Sabe y entiende que el único motivo que me impulsa a superarme en todo lo que hago es ella precisamente, con eso intento honrarla siempre, esforzándome para que se siente orgullosa, pero más que todo presumida, para que se vanaglorie por la manera como la agasajo.

Meto tres goles y todos son por ella y para ella pues soy todo de ella, así que todo lo que hago en ella es en lo que me inspiro, lo sabe y se enaltece de amor y satisfacción al comprender que todos mis esfuerzos en todas las cosas que realizo, las hago pensando en ella y siempre en honor a ella.

Cuando terminamos de jugar, corre hacia mí y me abraza, no le importa que estoy emparamado, bañado en sudor, el esfuerzo fue agotador, extenuante, al comprender el gesto siento que ese ha sido mi mayor compensación, quisiera besarla y acariciarla por la forma como me premia.

Cuando la tengo entre mis brazos le digo muy bajito en el oído.

— Cariño, estoy completamente mojado, esto. — me señalo la humedad que me baña todo. — Esto no es agua, esto, esto es sudor, más tarde no vas a oler como muy perfumada que digamos.

LAYLA Y LU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora