El amor es una bellísima flor, pero hay que tener el coraje de ir a recogerla al borde de un precipicio.
Stendhal.
Ya nos encontramos en la recepción, estamos dedicamos a recibir a los invitados, lo mismo que las atenciones que ellos nos brinda, a veces hasta el extremo de causarnos fastidio.
Cuando camino hacia dónde se encuentra mi Padre, percibo como recibe un abrazo de una mujer que se me hace conocida.
Es Liz.
Claro, como olvidarla, fue la que autorizó los exámenes de ADN, la que le despertó los celos que no pudo controlar a pesar de todos los esfuerzos que hizo para disimularlos.
Después del saludo y de las felicitaciones por parte de ella y de Raúl, su esposo, escucho como mi apenas conocida amiga. le pregunta exaltada en donde me encuentro, porque desea hablar conmigo.
— ¿Dónde está? Layla.
— Allá... ve. — me señala con los labios.
Es un murmullo quedo que suena más que una súplica.
— Quédate con Raúl, por favor. — con tono tembloroso.
— Claro, estaré pendiente, no me decepciones. — firme para que lo comprenda.
Sabe que no le va a dar ningún chance si por algún caso intenta sobrepasarse.
— Tranquila, te prometo que no voy hacer nada que haga te arrepientas el haberme invitado a la fiesta de celebración de tu matrimonio. — en el tono de las palabras, hay un viso como miedo. — Lo que menos deseo es hacerte sentir incomoda. — pero también hay duda
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LAYLA Y LU.
RandomQuieren conocer las pilatunas que a veces nos juega el corazón, bueno pues he aquí una de ella. Esta es una historia simple, sin muchos aspavientos para volverse inolvidable, a veces enamorarse nos vuelve cursis, quien no ha sentido los estropicios...