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Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado.

                                                                       William Shakespeare.

                                                                       William Shakespeare

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Con su endurecida extensión me llena toda, tanto por lo largo como por lo grueso que me siento apilada y henchida casi a punto de reventar.

Pone sus manos en mis nalgas y me sube y me baja varias veces, se detiene apenas lo justo para que lo sienta, me sube de nuevo y me baja otra vez y lo repite y lo repite hasta que vence mi voluntad.

— ¡Dios, ya, ya, ya, mi amor, ya, ya, ya, ooohhh, me muero Lu, me muero, ooohhh, Dios, Dios, Dios! — vuelve y se detiene.

Y comienza de nuevo.

Y siento mi estallido.

Él también se tensa.

Y explota.

Y un especie de vahído me desubica y no me permite entender lo que me está sucediendo en ahora mismo.

Cuando siento su lengua dentro de mi boca, sus dedos engarfiados en mis senos, su virilidad agonizante escapando de mi intimidad es cuando apena soy capaz de comprender todo lo que acabo de sentir.

— ¿Qué me pasó? — como entre sueños. — Mmmnnn. — intentando despabilarme. — En donde estamos. — desubicada completamente.

Hasta el sentido de orientación también se me borro.

Me siento tan confundida que no sé qué fue lo que pasó, ni en qué lugar es en el que estoy en este mismo instante.

— Parece que te desmayaste.

— ¿Cómo así que me desmayé?

— Tal vez me excedí, lo siento yo... — vuelvo y le detengo el viaje.

— ¿Qué te excediste?... ¡ja!... por favor cariño, fue maravilloso, sentí que se me iba la vida mi amor, que se me iba la vida, por Dios santo, que cosa más increíble....

LAYLA Y LU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora