Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas... ¿Qué valdría la vida?
Jacinto Benavente.
Las imágenes de cómo lo desperté vuelven a pasar por mi cabeza, son pequeños flashes, escenas recurrentes, eso me causa tal sobresalto que casi me tumba de la silla donde me encuentro sentada en este momento.
Me toma el rostro con las manos y me cachetea con infinita ternura, en ese instante temí que mis padres se hubiesen dado cuenta que más que un gesto de cariño, fue una caricia tan sublime que estuve a punto de hacer que terminara llorando.
Fue tan impactante lo que sentí que me desbarajuste de forma impensada.
— ¿Tienes hambre? mi amor. — vuelve y le pregunta mi Madre.
Con una sonrisa pícara responde, pero lo que dice vuelve me agita íntimamente.
— Sí, Mamá, tengo muchísima hambre, anoche no comí, solo me dieron dulce, miel, un poco de leche y bastante nata, bueno, ahora que recuerdo, eso fue lo último que consumí. — al escucharlo casi me derrito delante de mis Padres.
Lo miro con picardía, él me entiende porque apago un poquito los ojos, con eso le estoy anunciando que por lo que acaba de decir, ya estoy planeando cómo es que me voy a desquitar.
También me muerdo el labio como anunciándole que la forma como lo voy hacer ni siquiera se le pasa por la mente.
— Y tu hija, ¿también vas a comer?
— No Madre, no, yo sí estoy que me reviento, anocheconsumí tanta miel, tanta nata y tanta leche que termine prácticamente empalada...empalagada quiero decir. — simulo tartamudear para que no sospeche que lo que lo último que dije fue una simple y llana insinuación.
Lo miro y él se sobresalta cuando escucha lo que acabo de decir.
El respingo es imperceptible, para ellos claro, porque para mí es la real confirmación que me ha comprendido, pero sobre todo porque entiende cuales son mis intenciones.
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LAYLA Y LU.
RandomQuieren conocer las pilatunas que a veces nos juega el corazón, bueno pues he aquí una de ella. Esta es una historia simple, sin muchos aspavientos para volverse inolvidable, a veces enamorarse nos vuelve cursis, quien no ha sentido los estropicios...