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A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra, ninguna indiferencia lo cansa.

                                                                                    Leon Tolstoi.

                                                                                    Leon Tolstoi

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Me despierto con las primeras luces de la mañana.

Me siento descansado, es como si... como si un nuevo... como... como si alguien me hubiese liberado de una penosa carga que parecía que la había llevado por demasiado tiempo y de la que se me hacía imposible liberarme.

Pasé una noche magnifica, sentí como si un ángel hubiese velado mi sueño, como si el dolor que flagelaba mi alma se hubiese desaparecido, se hubiese borrado, como si nunca hubiesen existido.

Todos los sucesos acaecidos hasta ahora me parecen historia, recuerdos lejanos, y de los bien malos para que negarlo, también pienso que son situaciones olvidadas, experiencias aprendidas, tragos amargos que desaparecieron como si un acto de magia los hubiese borrado, desvanecido mejor, como su una fuerza poderosa los hubieran arrancado de donde estaban enraizados, como si no hubiese quedado huella, señal, rastro.

Estoy acostado de frente a la ventana, esto me permite observar la entrada de la claridad que ilumina tenuemente el entorno de mi dormitorio.

En un momento me giro y la siento casi pegada, duerme en forma plácida y lo hace adoptando una posición fetal.

Luce hermosa, parece una sirena, es tan bella que asemeja un hada, es tan impactante que funge como una figura cósmica, como una aparición celeste,

Sus manos las tiene metidas entre las piernas y su hermosísimo cabello se esparce por la almohada donde recarga la cabeza, pareciera que fueran hondas brunas, hebras metálicas negras, brillantes, lustrosas, fulgentes.

Que bella se ve, Dios del cielo.

La miro y tiemblo, eso es algo que nunca he podido evitar de ninguna manera, su divino rostro es como una alegoría a la belleza de las féminas.

LAYLA Y LU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora