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Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado

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Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado.

                                                                               William Shakespeare.


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Mientras me estoy bañando, él sale y llevas las maletas hasta el cuarto, cuando salgo ya está vestido y muy bien arreglado, bueno no necesitas de mucho porque se ve estupendo con cualquier prenda que decida ponerse.

Se ve maravilloso, cómo va esta noche despierta mis ansias por eso al verlo tan divino, mis sensaciones se desatan como si una compuerta se abriera y las dejara a su libre albedrío, y de nuevo mi intimidad se inunda; me pongo la ropa que el mismo me ha extendido ordenadamente sobre la cama y salimos a divertirnos.

Quiero bailar hasta el amanecer, así mismo cuando regresemos deseo que me quiera de nuevo, tal vez no como en la piscina, pero sí que me haga el amor.

Sé que nos volveremos a querer, de eso no hay duda, quizás hasta bien tarde de la mañana, porque para mí estar en sus brazos es el sitio donde mejor me puedo sentir.

Cuando salimos a cualquier sitio tengo que ponerme en el papel de guardaespaldas, si lo descuido un solo instante seguro que me lo roban y él, como un desvalido corderito se deja cuidar de mí, pues así cumple con el objetivo que se impone, porque como yo me preocupo todo el tiempo de él, no me doy cuenta que otros están pendientes de lo que yo hago.

Así yo espanto a las abejas de ese panal, y él se desentiende de los moscardones que vuelan a mí alrededor.

— Nene, quiero hablar de lo que paso.

— Yo no. — intransigente. — Me equivoque, lo siento. — rauco. — Te juro que eso jamás volverá a pasar.

— Pero yo quiero hacerlo... — también me pongo estricta.

Tampoco es que por eso el mundo se fuera acabar.

— Layla... yo... — no lo dejo seguir.

LAYLA Y LU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora