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Amar duele. Es como entregarse a ser desollado y saber que en cualquier momento la otra persona podría irse llevándose tu piel.

                                                                          Susan Sontag.


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Ya en el coche.

Cuando se acomoda en el puesto del copiloto, arremete contra la puerta por donde se acaba de subir, el golpe con la que la cierra casi abre la de por dónde antes yo lo había hecho.

Sin siquiera mirarme se recarga abrazándose a sí misma, parece medrada, funge como un delicado conejito, se muestra encogida, asustada, temeroso, casi retraída.

A ratos presiento su mirada, pero haciendo acopio de mis pocos arrestos, me dedico a manejar sin decir nada, eso nos lleva casi la mitad del recorrido,

De pronto como sin pensarlo me dice con una vocecita que casi hace salir volando por mi boca, al ingrato que no ha dejado de palpitar como a mil revoluciones por segundo.

— ¿Todavía sigues disgustado? — como en un suspiro.

Inconscientemente piso el pedal del freno.

Gracias a mi buena suerte, o a la forma como me sorprende es lo que evita que me pase un semáforo en rojo, iba tan concentrado en lo que estaba pensando que me olvide que yo era el que conducía.

Resoplo fuerte, porque más que el susto, lo que siento es que casi me arranca el corazón con tan solo escuchar el sonido que sale de sus labios.

El bote que damos casi nos hace estrellarnos contra el panorámico del coche.

— Uffff... — con el cuerpo recargado sobre el espaldar del asiento. — No vuelvas hacer eso que va hacer que nos estrellemos.

— ¿Hacer qué? — con las manos apoyadas en el borde del tablero.

LAYLA Y LU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora