"El hombre tiene que estimular el ánimo y el espíritu de la mujer para hacer de las relaciones sexuales algo interesante. El verdadero amante es el hombre que la emociona al tocarle la cabeza, sonreír o mirarla a los ojos".
Marilyn Monroe.
Todavía estamos en nuestro sitio preferido.
Tenemos permiso para regresar cuando ya esté aclarando, por eso aprovecharemos el resto de la noche para amarnos hasta quedarnos sin aliento si ese fuera nuestro deseo.
Hemos terminado el primer combate, este nos dejó totalmente extenuados, me desgonzo sobre la cama con el cuerpo de Lu tendido sobre mí.
Es tanto el placer que me ha hecho sentir que lloro, la felicidad me reboza, las lágrimas las dejo correr como una pequeña ofrenda por este hermoso regalo que él cielo me ha concedido, o enviado para decirlo de otra forma.
¡Qué afortunada me siento, carajo!
Si el algún día me falta mi vida se iría con él.
Respiramos entrecortado, asesamos con la boca abierta, el aire que inspiramos no es el suficiente para llenar nuestros pulmones, aspirar se convierte en un acto verdaderamente titánico, la fatiga, el agobio, el sofoco y hasta la debilidad ya forman parte de nuestro estado normal cada que nos prodigamos placer casi hasta quedar rendidos.
Recuperarnos nos lleva bastante tiempo, estar enganchados no lo podemos evitar, por eso invariablemente nuestras ansias vuelven y se disparan.
Al quedarnos quietos, todo lo que me tiene dentro se va saliendo despacito, y lo hace tan lento como la vida, tan suave como un suspiro que cuando me abandona me siento vacía, vana, vacua, casi tan solitaria que lo único que queda en mí es un infinito abandono, una terrible soledad.
Mi llanto es de alegría por todo lo que me ha prodigado este hombre tan maravilloso, pero también es de tristeza porque ya no lo tengo dentro, daría lo que me queda de mi vida para que el dueño de mi alma se quede a vivir ahí, pero no se lo puedo pedir porque seguro que me complace y ese sacrificio jamás permitiré que me lo conceda, es más, que ni lo piense siquiera.
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LAYLA Y LU.
RandomQuieren conocer las pilatunas que a veces nos juega el corazón, bueno pues he aquí una de ella. Esta es una historia simple, sin muchos aspavientos para volverse inolvidable, a veces enamorarse nos vuelve cursis, quien no ha sentido los estropicios...