Quieren conocer las pilatunas que a veces nos juega el corazón, bueno pues he aquí una de ella.
Esta es una historia simple, sin muchos aspavientos para volverse inolvidable, a veces enamorarse nos vuelve cursis, quien no ha sentido los estropicios...
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El amor es fe y no ciencia.
Francisco de Quevedo y Villegas.
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— ¿En dónde van a pasar la primera noche de casados?
— En mi cuarto, en el taller, en donde sea, la verdad el lugar no es mucho lo que me importe para ser sincero. — me rasco la cabeza.
De pronto descubro que he cambiado hasta en los gestos.
¡Bendita sea!... ¡¿que es lo que me estás haciendo cariño?!
Entonces lo inquiero verdaderamente intrigada, no se si por el cambio que estoy teniendo, o por la pregunta que no la esperaba.
— ¿Por qué lo preguntas? Padre. — cuando le responde, le sorprende la respuesta.
A él se le hace increíble que no hayamos elegido un sitio en especial para pasar nuestra noche de bodas.
Su desconcierto no es capaz y menos se preocupa en ocultarlo.
— ¿Y porque no en un hotel, no es como más... cómodo?
— Pues sí, Papi, pero... — siempre le pico adelante. — Ese es nuestro sitio preferido, es más, yo quiero que sea en su cuarto, disculpen, pero allí fue mi... primera vez.
— Pues nosotros previendo que eso iba a pasar, apartamos por esta noche, una habitación en un hotel.
— ¿Cómo así, mamá?, intenta decirnos, que... — pero al instante lo interrumpe.
Yo en cambio río sorprendida, la forma como nos conocen es para no creerlo.
— Somos tus padres, los conocemos más de lo que uds creen, los amamos, creemos saber de sus cosas más que uds mismos. — jamás paso por mi imaginación que ellos nos conocieran hasta ese grado.
