Quieren conocer las pilatunas que a veces nos juega el corazón, bueno pues he aquí una de ella.
Esta es una historia simple, sin muchos aspavientos para volverse inolvidable, a veces enamorarse nos vuelve cursis, quien no ha sentido los estropicios...
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"¿Un beso?.... ja.... un truco encantador para dejar de hablar cuando las palabras se tornan superfluas"
Ingrid Bergman.
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— ¡Buenas mami!....
— ¡Mi niña!.... — con ese amor con el que siempre nos consiente.
Y del más puro para más señas.
El abrazo, lo más efusivo que jamás nadie pueda recibir nunca.
Llego saltando, la dicha me perturba, la felicidad que me sobrecoge, me siento tan contenta que en realidad casi no soy capaz de procesarla.
— ¿Cómo te fue al fin en tus notas finales? — sin permitir que me separe.
Me besa en los cabellos, es la demostración palpable del cariño que me profesa.
— ¡¡¡Muy, muy, bien!!! — me suelto y comienzo a dar salticos. — ¡Excelente, mejor imposible gracias a Dios, nueve con cinco en promedio! — sin dejar de dar brincos.
Mientras estoy en el aire también doy vueltas.
— Me siento tan contenta y tan satisfecha que pareciera que estoy en medio de un hermoso sueño, soy tan feliz que parece como si estuviera en un cuento. — carcajeándome.
Y sin dejar de dar salticos.
Creo que lo que siento es lo que nos pasa cuando nos sentimos verdaderamente satisfechos.
— ¡Felicitaciones cariño!.... — ya me acompaña con los brincos. — ¡No te imaginas lo orgullosa que nos haces! — vuelve y me atrapa entre sus brazos. — Siempre te hemos considerado una hija modelo y una chica maravillosa, mi amor. — ahora me levanta del piso.
Cuando me suelta ya me ha dado más de cinco besos.
Con el dorso me limpia las mejillas.
— ¡Gracias, Mami!... — es una explosión de felicidad plena. — Me siento tan contenta, tan complacida y tan satisfecha por la forma como terminé el bachillerato que todavía no he sido capaz de procesarlo, lo finalice con una nota de excelencia, — vuelvo a dar otro brinco. — ¡De excelencia, Mamá!.... ¡de excelencia! — ahora me doblo dejando caer el cabello hasta casi rozar el suelo. — ¡Qué alegría, Mama, que alegría, santo cielo!.... — y río plena dicha.
