A las diez de la noche Weyrother llegó con sus planos al cuartel de Kutúzov, donde había de reunirse el Consejo de Guerra. Estaban allí, a la hora indicada, todos los jefes de columna, excepto el príncipe Bagration, que se negó a acudir.
Weyrother, que era el gran organizador de la futura batalla, ofrecía, por su animación e impaciencia, un fuerte contraste con Kutúzov, disgustado y soñoliento, que, muy a su pesar, debía hacer de presidente y director del Consejo de Guerra. Era evidente que Weyrother se sentía al frente de un movimiento ya incontenible. Era como un caballo enganchado a una carreta que corre cuesta abajo. ¿Arrastraba él o era empujado? Lo ignoraba, pero seguía avanzando a una velocidad vertiginosa, sin tiempo ya para pensar adonde lo conduciría aquel movimiento. Por dos veces había ido Weyrother aquella tarde a inspeccionar las avanzadas enemigas y por dos veces se había entrevistado con los Emperadores, el ruso y el austríaco, a fin de comunicarles sus impresiones; luego fue a su despacho para dictar en alemán la orden de operaciones. Rendido, llegaba ahora al cuartel de Kutúzov.
Estaba tan preocupado que olvidaba el mismo respeto debido al general en jefe. Lo interrumpía y hablaba con rapidez y confusión, sin mirar a la cara de su interlocutor y sin responder a las preguntas que le hacían. Lleno de barro, tenía un aspecto lastimoso: sucio, nervioso, exhausto por la fatiga, pero, al mismo tiempo, presuntuoso y soberbio.
Kutúzov ocupaba un pequeño castillo en las cercanías de Ostralitz. En el gran salón, habilitado para despacho del general en jefe, estaban Kutúzov, Weyrother y los miembros del Consejo de Guerra. Bebían té y no esperaban más que la llegada de Bagration para comenzar. Un oficial de órdenes del príncipe Bagration trajo a las ocho la noticia de que el general no podía acudir. El príncipe Andréi entró para comunicárselo a Kutúzov y, haciendo uso del permiso que antes le diera el general en jefe, se quedó en el salón.
—Puesto que el príncipe Bagration no viene, podemos comenzar— dijo Weyrother, levantándose presuroso de su puesto y acercándose a la mesa sobre la cual se había extendido un gran mapa de los alrededores de Brünn.
Kutúzov, cuyo grueso cuello desbordaba de la guerrera desabrochada, permanecía sentado, con sus manos regordetas y seniles posadas simétricamente en los brazos del butacón; parecía haberse dormido.
Al oír la voz de Weyrother abrió con esfuerzo su único ojo.
—Sí, sí, por favor; es ya tarde— dijo; hizo un gesto con la cabeza, volvió a bajarla y cerró de nuevo los ojos.
Si en un principio los miembros del Consejo pensaron que Kutúzov fingía dormir, ahora los resoplidos con que acompañó la lectura de los documentos evidenciaban que para el general en jefe se trataba en aquel instante de algo mucho más importante que el deseo de manifestar su desprecio del plan de batalla o de cualquier otra cosa. Se trataba de satisfacer la invencible necesidad humana de dormir y se había dormido efectivamente. Weyrother, con un gesto de hombre demasiado ocupado para perder un segundo, lanzó una mirada a Kutúzov y, convencido de que dormía, tomó los papeles y comenzó a leer, con voz alta y monótona, la orden de operaciones sin perderse ni el encabezamiento: "Orden de batalla para el ataque a las posiciones enemigas detrás de Kobelnitz y Sokolnitz, el 20 de noviembre de 1805".
El texto, en alemán, era sumamente complicado y difícil. Decía así:
Considerando que el enemigo apoya su flanco izquierdo en montañas cubiertas de bosques yextiende el derecho a lo largo de Kobelnitz y Sokolnitz, por detrás de los pantanos de esa región, y nuestra ala izquierda rebasa a la suya, nos será ventajoso atacar esta última ala enemiga, sobre todo si ocupamos antes las aldeas de Sokolnitz y Kobelnitz, lo que nos colocará en condiciones de atacar al enemigo de flanco y perseguirlo hasta la llanura entre Schlapanitz y el bosque de Thürass, evitando el desfiladero entre Schlapanitz y Bielovitz, que está cubierto por el frente enemigo. Para lograr este objetivo, es necesario... La primera columna marcha..., la segunda columna marcha..., la tercera columna..., etcétera.
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Guerra Y Paz - León Tolstoi
ClassicsPrincipios de S. XIX, mientras Napoleón planea como invadir Rusia, Natasha, Pierre, Andréi, María y Nikolái descubrirán que tanto en la vida como en el amor hay tiempos de guerra y de paz.