Capítulo 25

1.1K 149 15
                                    

MICHELLE

Han transcurrido varios días desde que partimos del pueblo de Joul con la intención de retornar a Ishran. He caminado tanto que juro que ya no siento mis pies, todo es culpa del Príncipe, quien se negó a invocar nuevamente a su flameante corcel mitológico con la excusa de que no puede hacerlo tan seguido, y por supuesto, no me explico la razón. Por lo tanto, los últimos días he tenido que atravesar varios bosques y recorrer extensas praderas, ya que para nuestra mala suerte nadie nos quiso dar aventón.

¿Dónde están los señores de hace unos días? Los quiero de vuelta.

Lo peor de asunto es que El Príncipe no ha tenido consideración con mi mala condición física, camina demasiado rápido y no me espera; pese a ser un príncipe no es para nada caballeroso, si me tomo un descanso él sigue caminando sin importarle si me quedo rezagada.

Y las noches..., LAS NOCHES. Las odio, son lo peor del mundo. Acampamos a la intemperie y El Príncipe solo me lanza el bendito pedazo de tela impregnado de su olor para que me cubra. Odio esa tela pero no tengo más opción que abrigarme con ella. Lo mejor viene cuando me despierto, el dolor de espalda que me recorre es perfecto, casi una maravilla.

***

Diviso la entrada de Ishran a lo lejos, después de varios días hemos llegado. Nunca hubiera pensado que Pegaso fuera tan veloz, el tiempo que nos ha tomado regresar me ha parecido una eternidad comparado con lo que demoramos en nuestra partida.

Un frío me recorre el cuerpo al recordar la razón por la cual no quería regresar a este pueblo, más bien un nombre: Thrall. No quiero verlo todavía, no estoy lista. He querido evitar este momento desde que me fui. Pensé que El Príncipe nunca nos haría regresar, ya que, esta parada atrasaría el viaje; sin embargo, no contaba con que el sabio nos tendería una trampa y utilizaría a uno de sus hombres para matarnos.

Respiro profundo para tranquilizarme, no debo darle tanta importancia al tema. Actuaré como si no hubiera ocurrido nada malo entre Thrall y yo, debo demostrar madurez, soy mayor que él.

Además dudo que Thrall le haya contado algo de lo sucedido a su familia. Por lo cual, todo debe seguir igual a cuando me fui. Solo espero que todavía me brinden posada en su casa y sean amables conmigo, he tenido suficiente dosis de groserías y maltratos gracias a mi compañero de viaje quien es un amargado inaguantable.

Por fin podré respirar de él.

Demasiadas dudas y ganas de golpear a alguien debe tener El Príncipe, el cual, a medida que nos acercamos al pueblo, va apretando los puños y deformando su rostro.

El Príncipe se detiene de imprevisto unos metros antes de llegar al portón de la entrada. Lo observo confundida, él agita su brazo saludable y hace aparecer dos capas: una chocolate y otra rojo vino. Tomó la segunda y me la coloco encima.

─ ¿Por qué nos pondremos esto? ─pregunto mientras me termino de acomodar la capa.

─No quiero que los aldeanos nos atrasen, si me reconocen será un fastidio ─responde y se coloca la capucha. Entiendo su punto, yo también estoy ansiosa por ver al sabio.

─ ¿Iremos directamente al castillo? ─asiente y proseguimos nuestro camino.

Pasamos desapercibidos entre el medio de los pueblerinos, lucimos como dos viajeros más, ninguno se imagina que entre ellos anda paseando el príncipe de su reino.

Una vez que llegamos a la puerta principal del castillo, El Príncipe se descubre el rostro y los soldados nos permiten pasar sin ninguna objeción. Me observan curiosos de mi conexión con él, o tal vez, me reconocieron del día que entre sin permiso y le di vuelta a este lugar.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora