Capítulo 47

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MICHELLE

Cada paso que doy amenaza mi seguridad y tienta al destino a dejarme caer al fondo del abismo que nace debajo de los tablones viejos de madera. La rapidez con la que nos desplazamos hace tambalear al puente; aun así, trato de no pensar en ello y prosigo la carrera. A los pies del cráter logro divisar una silueta que se alza erguida y paciente esperando nuestro encuentro. Mis pies dejan de moverse en el momento que me percato que no puede ser más que el hombre-rayo. El Príncipe copia mi acción y queda paralizado en el medio del abismo. Antes de que podamos fraguar algún plan para deshacernos de él, lanza un rayo que golpea contra el lado izquierdo del puente. El choque no llega a alcanzarnos, así que aprovechamos para correr hasta tierra firme antes de que el puente quede chamuscado con nosotros incluido. Los relámpagos truenan centellantes y cuando se estrellan hacen volar chispas voltaicas que se propagan saltarinas por las tablas.

Realmente ese sujeto es un problema, si tan solo El Príncipe pudiera utilizar sus ataques de fuego; pero eso ahora mismo es imposible, con solo crear una insignificante mecha corremos el riesgo de que el gas venenoso explote. La corriente de aire toxico ondea a unos cuantos metros y es mejor no correr riesgos.

Los rayos dejan débil al puente, este se mece moribundo, a punto de ceder ante las fuerzas opresoras, esto no puede suceder con nosotros aun encima; por consiguiente, aceleramos el paso y cuando estamos a punto de llegar al borde el último golpe hace que el puente se venga abajo. Por un momento, creo sentir que levito. El Príncipe en un ágil movimiento se da la vuelta para sujetarme de los brazos y enredarlos en su cintura, yo me aferro sin dudarlo mientras el mantiene una de sus manos sobre las mías para asegurarse de que me he enganchado, su otro brazo viaja hasta la cuerda, donde cierra su puño. Entonces, acompañando al puente, viajamos empujados por la gravedad. Mi cuerpo se serpentea en los aires con las palpitaciones a mil, mis ojos están cerrados con candado esperando el desenlace de esta tragedia. Súbitamente, nos estrellamos contra algo, el golpe no me ha dolido, ya que el cuerpo del Príncipe lo ha amortiguado.

Por eso me aprenso a él para que no me lastimara.

Escucho un leve quejido proveniente del Príncipe, cuando me digno a ver lo que está sucediendo descubro la pared de roca que encierra el cráter rodeándonos, lo único que mantiene al puente suspendido en posición vertical es la cuerda que está amarrada a los troncos de leña que se encuentran en la superficie, muy arriba de donde nos localizamos.

El Príncipe tose horriblemente, desde el ángulo en el que me encuentro no puedo verlo con facilidad; pero he de suponer que al recibir todo el impacto ha quedado aturdido y seguramente lastimado.

Mis pies guindan en el espacio vacío que hay debajo de nosotros, el peso de mi cuerpo se vuelve una carga que me jala hacia la muerte, mis brazos no soportaran tanto y mucho menos El Príncipe podrá continuar aguantando mi peso y el suyo.

─Qué difícil es deshacerse de las alimañas ─comenta risueña una voz que proviene de lo alto del cráter─. Aunque pensándolo bien, esto me favorece. ¿Qué tal si a cambio de ayudarlo, usted me entrega la flor? Es un buen trato, su vida y la de su acompañante a cambio del premio ─alzo la cabeza y diviso al guardia que nos metió en esta situación con una gran sonrisa diabólica. Es bastante perturbadora la forma en que observa al Príncipe, como si estuviera disfrutando el tenerlo en la palma de su mano.

¿Por qué todos son tan enfermos en este mundo?

─Muérete ─articula El Príncipe con voz ronca. El semblante del enemigo se oscurece y pequeñas chispas tintinean en sus manos.

─Él que morirá será usted, su alteza, sino aprovecha la gran oferta que le estoy dando. Debería pensarse mejor la posición en la que esta y no ser arrogante ─sus manos electrizantes se desplazan hacia el tronco que mantiene al puente colgando. Es obvio, que nos está amenazando y si no hacemos lo que quiere nos dará el remate final─, ¿Acaso pretende poner en riesgo la vida de ese pequeño niño que tiene anclado a su vientre? Bueno, no debe tener nada de inocente si dejo al escuadrón de vigilancia en el hospital ─sus ojos me acribillan llenos de rencor─. En todo caso, no tiene más salida que la que le estoy ofreciendo, así que no me haga perder más el tiempo y entrégueme la Amabellyus.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora