Capítulo 54

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MICHELLE

La cesta que sostienen mis manos brinca junto con mi cuerpo que corre entre las calles de este pueblo escondido. He logrado magníficamente reunir todos los ingredientes para el hechizo que me hará recuperar mi cabellera larga. Matías me ayudo con los nombres y los posibles lugares donde podría conseguirlos. Me ha costado un poco y ha hecho sufrir a mi bolsillo también. A pesar que algunos ingredientes eran costosos y que me arañe con una que otra rama, ha valido la pena si con ello volveré a ser la misma de antes.

La ansiedad que me provoca el deseo ferviente de ser nuevamente femenina, hace que corra como loca y que de empujones a más de uno. Solo quiero llegar a la casa de Aileen y vanagloriarme frente al Príncipe por mi trabajo eficiente.

Entro como alma que lleva al diablo, atravieso el vestíbulo donde se encuentra Matías tomándose una siesta.

La brisa que entra entre los tablones de madera es refrescante y la paja arriba de nuestras cabezas que cumple la función de techo le da más ventilación a la casa. Todas las viviendas son hechas con esos materiales, algunas son chozas pequeñas donde viven una o dos personas. Autums es un pueblito muy tranquilo y acogedor, la comunidad es atenta y está acostumbrada a los extranjeros. Además, la naturaleza se potencia al máximo; las grandes montañas se ven impetuosas desde aquí, el ruido de la cascada te rebota en el oído y su frescura se adhiere a tu piel mientras que por el otro lado las embravecidas olas rompiendo en la orilla del mar te recuerdan que existe un mundo más allá de este valle.

En el momento que deslizo la cortina, me encuentro a Aileen retirándole las vendas al Príncipe. Él examina su piel cerciorándose que todo se encuentre en óptimas condiciones. Aileen se da cuenta de mi llegada y me recibe con una sonrisa en sus labios.

─El chico se ha recuperado bastante bien y las heridas debajo de las vendas han desaparecido ─mueve el cuello hacia El Príncipe─. Tus memorias han regresado y eres capaz de utilizar magia, por lo que a mí respecta pueden mancharse en cuanto quieran, ya no necesitas tratamiento.

─Te lo agradezco ─dice El Príncipe.

─A la que le tienes que agradecer es a la jovencita que está a mis espaldas, ella fue la que cargo contigo hasta aquí y estuvo pendiente de tu recuperación ─mis manos aprietan con fuerza el mango de la cesta, no era necesario llegar a tantos detalles. Acto siguiente, inclina la cabeza hacia El Príncipe─. Recuerda lo que hablamos... ─susurra bajito a modo de complicidad. Mis oídos por una vez en la vida han hecho algo bien y lo han captado todo.

¿Hablamos? ¿Qué hablaron? ¿Hablaron de mí? No es posible... ¿o sí? Esperen, ¡¿que tanto le conto Aileen?!

Ella no pudo sacarme todos los trapos sucios. No pudo decirle como estuve pegada a su cama por una semana entera; limpiando su rostro, moviendo sus brazos y piernas para que no se entumecieran, velando como estúpida sus párpados para que se abrieran y lo primero que vieran sus ojos fuera a mí. Lo preocupada que estaba porque no despertara, el sentimiento de culpa porque por querer protegerme recibió todo el ataque eléctrico, ataque que era para los dos. El trabajo que conseguí más por retribuirles la ayuda a los ancianos y para costear las medicinas que por mis propios gastos. Todo eso, ella no pudo habérselo dicho, no pudo.

¡¿No capto el mal ambiente entre los dos?! ¡Es demasiado bochornoso si él se entera de todas esas cosas afectuosas que hice! ¡¿Por qué no disimule más?! ¡¿POR QUÉ?!

El Príncipe posa sus ojos en mí, mi cuerpo se pone tenso y; de pronto, siento las gotas de sudor colarse por mi cuello desnudo en una señal típica de nerviosismo provocado por sus ojos celestiales que escudriñan cada rincón de mi ser. Me siento expuesta, su mirada fija me intimida y me dan ganas de regresarme corriendo por donde vine.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora