Capítulo 83

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MARCUS

La piedra de la protección flota arriba de mi cabeza, espero que su poder sirva de algo y no se convierta en un problema.

─ ¡Estoy lista! ─grita alborotadamente. Los brazos los coloca verticalmente y abre las manos.

En el cielo, se va formando una capa dorada de este a oeste que cubre por completo a Everas. Los fragmentos que expulsa el volcán se golpean contra la barrera; pero el incendio y las cenizas persisten dentro.

Intuyo que la piedra ha hecho uso de su poder a una escala que le sería imposible emplear a la dueña del cuerpo.

─ ¡Granizo, es tu turno! ─exclama.

De pronto, se apaga. Desciende la cabeza y se queda callada. Desde abajo veo como su melena rubia se torna azul grisácea, la diadema negra brilla en contraste con el fuego que destroza el pueblo. Retorna a observar el paisaje desalentador, una expresión de malhumor deja en evidencia su cambio de personalidad o mejor dicho de piedra. Aquella es La piedra del granizo, no comprendo cómo ha aparecido si el sabio sello parte de su poder.

A menos que ella le haya cedido su cuerpo voluntariamente y que no sea descontrol de la piedra.

Que irresponsable, no solo permitió que la piedra de la protección controlara su cuerpo, sino que también se lo presto a la más problemática.

La piedra alza el brazo y gira en su propio eje creando una ventisca helada en el proceso. Un tornado sacude el fuego, la frialdad de este congela cada rincón haciendo desaparecer las llamas y deteniendo el avance de las cenizas que ya han enterrado parte de Everas. Las casas quedan congeladas momentáneamente, permanecerán así por un tiempo.

El caos ha sido apaciguado por una sola persona con múltiples poderes dentro. Cada piedra tiene poderes descomunales, los suficientes como para salvar un pueblo entero.

La piedra del granizo se moviliza, se dirige hacia el volcán flotando con mayor rapidez que la piedra anterior.

─ ¡¿A dónde vas?! ¡Rayos! ─la persigo. Vuela tan aceleradamente que apenas consigo no perderla de vista.

Percibo que la neblina de gas tóxico se ha disipado, la piedra se la llevo con el tornado que lanzo recién. Eso me permite adentrarme en la parte consumida de Everas, me subo en la ceniza congelada y correteo detrás de la piedra como un loco. Ni las resbaladas me detienen.

Frena al llegar al frente de la capa protectora. El golpeteo de las rocas repica con estruendo. La lava aglomerada en la parte baja se ha congelado y ha adoptado la forma de burbujas de rocas de tono oscuro.

Lanza la cabeza hacia atrás, su apariencia vuelve a cambiar al de una chica de cabello blanco y corto. Nunca antes la había visto, su identidad esta entre La piedra de la purificación o La piedra de la anulación.

Su cuerpo suspendido en el aire va descendiendo hasta tocar el suelo de hielo. Sus facciones se han suavizado, luce imperturbable.

Mantengo la distancia por seguridad y porque no conozco las intenciones de la persona que tengo en frente. Ella gira el cuello y me mira, sus ojos turquesa se asimilan a un gran vacío. Me genera un extraño sentimiento.

El Príncipe está aquí ─musita. Su expresión no me indica nada, es tan impasible que me pone nervioso. Vuelve a ver el volcán y se agacha, coloca ambas palmas sobre el hielo─. Detente.

El volcán se va calmando, las cantidad de fragmentos y rocas que expulsa va disminuyendo hasta que para. A través de la membrana amarilla, veo como el río de lava ardiendo alrededor de la montaña se ha congelado al igual que la lava contra la barrera. En el cráter, la lava deja de derramarse. Cesa el temblor y la oscuridad provocada por las nubes de polvo se va.

El hielo debajo de las manos de la piedra ya no está; sin embargo, el pueblo sigue congelado, su magia solo afecto la parte del exterior y lo que toco.

─He anulado la magia que activo el volcán. El pueblo ya no está en peligro ─hace una seña con la mano para que me acerque. Camino hasta llegar al frente de ella sin demostrar mis dudas─. Le regresaré el cuerpo a Michelle, por favor, asegúrate de que descanse. Este cuerpo está muy desgastado por haber empleado tanto poder mágico.

─ ¿Ella se lo presto a todas? ─espeto. Ella me mira fijamente con los ojos bien abiertos.

─Sí. Con el poder de Protección no era suficiente para detener la erupción. Por lo que las demás también debimos aportar nuestra colaboración.

─ ¿Por qué la ayudaron? ─cuestiono desconfiado.

─Porque nos lo pidió ─responde inexpresiva─. Todas somos una y existimos para servirle a Michelle.

─ ¿Por qué ahora le hacen caso? Antes no era así ─insisto en cuestionar su extraño comportamiento amigable.

─Porque nos entendemos... y la queremos ─sonríe tenuemente. Es el primer vestigio de humanidad que le veo hacer. Su sonrisa es tan genuina que dudo que sea mentira.

Su respuesta me satisface por ahora.

Me observa fijamente, la inexistencia de sentimientos retorna a su rostro.

─ ¿Tienes algo más para decirme?

Da un paso más y sitúa una mano sobre mi pecho.

─ ¿Te duele? Ah... hace bum, bum ─dice con asombro poco creíble.

─No ─tomo su mano y la alejo. Ella vuelve a impresionarse sutilmente mientras se queda viendo la mano que le regrese.

─A mí sí me duele aquí ─se toca el sitio donde está el corazón─. Es extraño, solo duele cuando te veo a ti. Hace bum, bum como el tuyo.

─Es el corazón, palpita porque estás viva. No sé porque te duele, eso pregúntaselo a la dueña ─explico con paciencia. Esta chica no parece conocer lo básico.

─Ya lo hice; pero no comprendo ─sus parpados se cierran─. Los sentimientos humanos son algo incomprensible ─susurra antes de caer en mi regazo.

La atrapo. Se transforma en la original, en la que conozco. Su cuerpo es envuelto en una luz deslumbrante, de él salen disparadas estelas blancas que se reparten por Everas. Se moldean en formas humanas que recuperan la existencia física en este mundo. La barrera dorada va desapareciendo dejando trozos de oro que brillan en el firmamento.

Los aldeanos van despertando. Se encuentran aturdidos, deben de tener amnesia; No obstante, encontrarse con el pueblo en ruinas los saca de su despiste. Donde me encuentro las casas han quedado enterradas en cenizas y hielo, algunos se preguntan dónde están y se enteran de la situación al escuchar la algarabía a lo lejos donde las casas están a medio enterrar y con trozos de hielo adornando las fachadas.

Hacen caso omiso de mi presencia, se movilizan en busca de los demás aldeanos mientras se cuestionan entre ellos lo sucedido.

Suelto un suspiro y bajo la mirada para ver a la chica que duerme en mis brazos. La piedra me pidió que la llevara a descansar; pero en esta situación es complicado conseguir un sitio para dormir. No puedo irme al pueblo más cercano sin Pegaso, la caminata sería un fastidio y más si tengo que cargar con ella.

Deberé buscar un alojamiento, en las afueras debe haber edificios en mejores condiciones. Tendré que explicarles a los aldeanos lo que ha pasado, tratar con ellos es la parte más problemática; sin embargo, al haber salvado el pueblo puede que consiga que no nos linchen. Ellos no saben que la erupción la ocasionamos nosotros, será mejor guardar esa información.

Cobraré la recompensa de Malakin una vez nos vayamos de aquí.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora