Capítulo 62 Parte 1

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MARCUS

Una vez llego al castillo lo hallo envuelto en un gran alboroto. Avalancha de personas van y vienen. Los caballeros escoltan a los pueblerinos hacia afuera de la muralla. Una de las entradas del refugio se encuentra dentro del palacio, he ahí la razón de tanta aglomeración de gente en mi hogar. El jardín infestado de personas me agobia, por lo que decido retirarme hacia mi pieza. Mi padre me ha dicho que más tarde quiere conversar conmigo sobre mi viaje; y por supuesto con la presencia del profeta de Ishrán: el sabio.

Debido a que nuestras acciones casi provocan la guerra, el Rey quiere informarse un poco más sobre lo que hemos estado haciendo y prepararse sobre algún otro posible desastre que pueda ocurrir, en consecuencia de la estadía de esa chica en nuestro reino. Él ha dejado en claro que no meterá sus narices en esto; pero quiere que le informe mi avance en la búsqueda de las piedras y que procure no meterme en tanto problemas.

Como sea, el cansancio a nublado mi mente y he decidido dejarla en blanco. Ahora mismo, mi único objetivo es acostarme en mi cama y descansar. Todo el agotamiento acumulado me está debilitando. Dejo salir un bostezo, este no es escuchado por nadie, la servidumbre debe estar muy ocupada atendiendo a los aldeanos.

Deambulo por los largos pasillos del castillo acortando poco a poco la distancia. Entro exhausto a mi habitación, no me inmuto en encender ninguna vela, la luz de la luna que entra por el balcón deja un rastro de luz sobre mi cama.

Con tanto ajetreo el sol se ha ocultado, el cielo se ha oscurecido del todo, conservando aun aquellas nubes negras que vi en la tarde. En cualquier momento explotarán y harán caer una tormenta sobre Ishrán.

Con fatiga voy desabotonando uno a uno los botones del jubón, dejando mi pecho descubierto; no me lo termino de quitar, con liberarme un poco es suficiente. De igual manera, me deshago del calzado, lo dejo tirado despreocupadamente. Sin dar más vueltas, me meto entre las sabanas y me acomodo en la cama; mientras me muevo golpeo algo suave con la pierna. Sospecho que se trata de algún almohadón, ya que un bulto se dibuja justo en ese sitio; sin embargo, este empieza a removerse y activa las alarmas de mi cabeza que ya había apagado.

De un tirón destapo el edredón y preparo mi puño; no obstante, todos mis sentidos se pausan al ver lo que se revolvía bajo mi cobertor. Mi impresión hace que mi rostro se expanda, tanto mis ojos como mi boca alcanzan su máxima apertura.

Olvide por completo la tarea que le había encomendado a la servidumbre. Me cuesta creer que algo tan elemental haya sido borrado de mi mente y que gracias a eso me encuentre con tal sorpresa a la hora de dormir.

Lo que más me cuesta asimilar es su vestimenta, solo lleva puesta una de mis prendas, le queda tan ancha que deja a la vista su clavícula mientras una leve sombra esconde sus pechos.

Como demonios se le ocurrió colocarse mi ropa y quedar en semejante estado tan insinuante.

Ella duerme plácidamente hacia mi dirección, con la boca levemente abierta, soltando respiraciones constantes, sus largos cabellos castaños están desperdigados y sus piernas están totalmente desnudas, apenas tapadas por mi prenda. En vez de cubrirla, mi mano se queda tiesa sobre el cobertor, mis ojos barren su cuerpo tantas veces que ignoro el tiempo en el que me he quedado paralizado. Mi mente se ha despertado y me gobierna una maraña inexplicable de pensamientos impuros.

Un impulso traicionero me desconecta de mis cabales cuando ella, acompañado de un gemido, eleva ligeramente la pierna derecha. Los hilos de la tela zurran su piel blanca y acortan el largo que cubre su zona íntima. Antes de que mi cerebro explote y vea algo que no debo, oculto con brusquedad su cuerpo y salgo disparado de la habitación.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora