Capítulo 42 Parte 1

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MICHELLE

Hemos descendido en los bosques que rodean la ciudad de Vermont, todavía a estas alturas sigo ignorando el plan que ha fraguado El Príncipe. Por más que le pregunto no quiere contarme, solo me ha dicho que me quede callada y que no llame la atención.

A su vez, me ha notificado que no hemos parado en este sitio solo para descansar. Él quiere que practique como utilizar mis poderes mágicos, por si las cosas no salen como se espera.

Ahora soy su as bajo la manga.

─Tienes dos piedras ─se cruza de brazos.

─La purificación y el granizo ─puntualizo.

─También está la destrucción ─agrega.

─Ah, cierto que la primera tiene dos funciones ─lo había olvidado. Ladeo la cabeza confundida─. ¿Cómo puedo hacer para materializar el poder que quiero utilizar?

─Tienes que concentrarte y pensar qué clase de poder quieres transmitir. También debes fijar claramente tu objetivo ─presto suma atención a sus indicaciones; aunque no las entienda del todo. Su mirada pasa de mí hacia el pasto que tenemos en frente.

─Apunta hacia ese tronco ─señala la madera que sobresale del suelo.

Me doy ánimos internamente, de las veces que he intentado usar mis poderes solo ha funcionado dos veces y no tengo idea de cómo. Encima ahora probaré realizar la magia de la piedra que deseo invocar; debo concentrarme exactamente en lo que planeo ejecutar para que todo salga bien.

Posiciono ambas manos al frente y cierro los ojos. A mi mente llega la imagen de los granizos; comenzaré empleando esa piedra, ya que jamás he intentado emplearla por voluntad propia. Instalo el pensamiento de los cristales saliendo de mis manos, cuando me siento lista abro los ojos; pero contrario a mi imaginación, de estas no sale nada.

Solo es el primer intento.

Vuelvo a concentrarme, a pensar en lo que quiero proyectar y hacia donde quiero que se dirija; sin embargo, resulta en otro fiasco.

─No sucede nada ─bajo los brazos con frustración. Esto es realmente difícil.

─Sigue intentando ─comenta sin darme más pistas.

Resoplo y blanqueo los ojos. No piensa darme otro consejo aparte del que ya me dio. Es tan estricto hasta para entrenarme. No le cuesta nada darme otro dato que me ayude a crear magia; tiene que tomar en cuenta que yo no soy una hechicera, solo soy una humana con un destino que no deseo.

Esta vez me tranquilizo, suspiro con serenidad y relajo los hombros. Levanto los codos y dejo mis manos abiertas al frente. Mis ojos se cierran con lentitud, evito apretarlos, quiero estar lo más calmada posible. Visualizo el hielo, pienso en la forma en la que quiero materializarlo y el porqué de ello.

Antes, cuando mis hechizos habían funcionado, no reparé en que había almacenado un sentimiento muy fuerte sobre lo que quería proteger o lograr. Pienso que si tengo en mente esas mismas emociones lograré conseguir el resultado que anhelo.

Entonces, unos cristales puntiagudos brotan de mis manos, su fuerza es débil y se evaporan antes de estrellarse con el tronco.

─ ¡Sí, lo logré! ─alzo las manos y cierro los puños emocionada. El Príncipe me observa sin expresión, luce aburrido y nada impresionado.

─No le harías cosquillas a nadie con eso ─espeta arruinando mi celebración. Mis labios curvos se aplanan, él siempre de aguafiestas─. Continúa hasta que te salga algo decente ─se da la vuelta.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora