Capítulo 58 Parte 2

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MICHELLE

Ambos se separan. Rivas tiene una sonrisa de oreja a oreja. Le da una palmada en la mejilla al Príncipe y este permanece quieto viendo a su padre; luego, establece distancia buscando recuperar su estado frío cotidiano.

─ ¿Dónde está mi madre? ─pregunta haciéndose el desinteresado.

─Está en el refugio junto con el resto de la población ─informa sin abandonar su gran sonrisa─. Oh, Marcus. Cuando tu madre se entere que estás vivo recuperara su alegría, verla tan triste ha sido una verdadera agonía. Me he sentido tan culpable porque yo te deje ir solo hasta tierras enemigas. No debí ser tan descuidado con todo este asunto de la elegida, que ahora ha tomado una forma demasiado grande y me ha llevado a aceptar la guerra contra Vermont.

─Ha sido mi culpa, me he dejado engañar por El Rey de Vermont; incluso sabiendo que todo era una trampa caí en ella. Me confié y solo te provoque malestar a ti y a mi madre ─confiesa arrepentido. Toda la rabia se le ha esfumado. Su actitud serena y afligida me asusta de sobremanera.

Hace un rato, estaba gritando que él se cargaría al Rey de Vermont; y ahora, está aceptando que se equivocó con suma sinceridad. Ese abrazo lo afecto más de lo que creí.

Como quisiera tener una grabadora en estos momentos.

─Me alegro que por primera vez reconozcas tus errores, de ellos aprenderás más que de tus victorias ─lo felicita. Diviso una sonrisa contenida en los labios del Príncipe, quien intenta que sus emociones no se transmitan a través de su rostro.

─Ahora que el príncipe, Marcus, se encuentra entre nosotros, la guerra deberá ser detenida, su alteza ─interrumpe uno de los ancianos y los demás apoyan la idea.

─Me temo que es imposible. Vermont solo buscaba una excusa para atacarnos y han utilizado la supuesta muerte de mi hijo para provocarme. A estas alturas, aunque me niegue, ellos proseguirán con el ataque alegando que tenemos bajo nuestro cuidado a la elegida, que es el premio por la apuesta impuesta por Marcus; y la cual, según ellos, perdió junto con su vida ─explica El Rey Rivas y el bullicio desconforme de la gente invade la sala principal.

─No se la entregaré ─dice tajante El Príncipe, su tono se escucha casi amenazante.

─No te pediré eso. He platicado con el sabio y he entendido que nos conviene tenerla bajo nuestro cuidado. No desearía que semejante poder cayera en manos enemigas ─dice para calmar la alteración de su hijo. Me tranquiliza saber que ya no querrá deshacerse de mí.

─ ¡¿Entonces, iremos a la guerra?! ─cuestiona otro anciano. Todos protestan exasperados.

─ ¡Calma, calma! ─pide El Rey mientras todos se paran de sus puestos─. Pensaré en una solución pacífica para todo este alboroto. No permitiré que Vermont profane nuestro pueblo ahora que mi hijo ha regresado vivo a mi lado.

─No hace falta que se rompa la cabeza, su majestad. Yo tengo la solución perfecta para defendernos de Vermont ─comenta animado el sabio. Como siempre este viejo tiene más de mil trucos guardados bajo la manga.

Creo que él y su equipo especial de ataque podrían encargarse del ejército de Vermont sin ningún problema.

─ ¡Habla de una vez! ─exige El Rey y la audiencia queda en silencio.

─El hechizo de protección dejado por nuestros ancestros: la cúpula de las cuatro torres ─en el instante que el sabio termina de decir la última frase, El Rey Rivas se impresiona tanto que baja los escalones para llegar a su altura.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora