Capítulo 55

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MICHELLE

Salgo desbocada de la casa y me congelo justo afuera. Dejo que mi sonrisa se materialice en mis labios, es tan grande que mis dientes deben lucir como faroles. Encierro mi rostro en mis manos, exactamente como una chica enamorada haría. Los suspiros van saliendo de mi boca continuamente mientras son acompañados por la imagen del Príncipe articulando mi nombre, una imagen que no se irá pronto de mi mente, ni de mi corazón.

Me siento tan contenta, no solo por el hecho de que me llamara por mi nombre sino por lo que eso significa...

¿Qué significa?

Tratar de buscarle el sentido a las acciones del Príncipe es como tratar de hallar una aguja en un pajar; por más que me rompa la cabeza intentando descifrar lo que albergo su mente para decidir tomar ese paso, no lo adivinaré. Principalmente porque no lo entiendo y dudo que algún día lo haga.

A pesar de ello, la sonrisa no se esfuma de mi cara. No estaba preparada para esto, yo esperaba que mis sentimientos fueran exhibidos en bandeja de plata; pero en su lugar recibí unas sinceras gracias, una sonrisa tímida y una muestra de confianza.

Me alivia enormemente que El Príncipe no este enterado todavía de los sentimientos inadecuados que tengo hacia él; empiezo a creer que esa idea jamás le ha pasado por la cabeza, si quiera en broma. No sé si eso me tranquiliza o me molesta, porque por más que quiera mantener mis sentimientos con candado, me gustaría que al menos me viera como una mujer y no como la niña tonta que anda revoloteando a su alrededor y que lo exaspera.

Aunque esa imagen me la he ganado a pulso.

Doy pequeñas palmadas a mis cachetes rojos, la adrenalina debe bajar ahora mismo de mi organismo. No puede ser que me haya emocionado más por ese gesto que por el beso. Aunque, lo entiendo, ya que el hecho de que me llamara por mi nombre tiene un gran valor; representa aceptación y cercanía. Es algo más espiritual que físico; y después de todo, según él, eso que paso no fue un beso, así que de nada me sirvió que nuestros labios se unieran si la intención no fue romántica.

Y peor porque se hizo el desentendido.

El sonido de unos pasos aproximándose desde el interior de la vivienda hace que automáticamente me ponga en guardia pensando que podría ser el causante de la agitación de mi pecho; no obstante, cuando veo la cabellera blanca de Aileen asomarse por la entrada, la respiración retorna a mis pulmones y mi ritmo cardíaco se normaliza.

Debo bajarle a mi paranoia.

─Michelle, antes de que partas quería hablar contigo sobre tus poderes ─toma asiento en la banca pegada a la pared de la casa─. Me dijiste que no puedes controlarlos a tu voluntad y que en algunas ocasiones actúan por si solos.

─Exacto, a veces me responden y en otras ocasiones me ignoran ─me siento a su lado─. Quisiera saber si existe algún truco para poder dominarlos. La verdad es que de la noche a la mañana me convertí en hechicera y nadie se ha tomado la molestia en explicarme debidamente cómo hacer para que mis poderes me hagan caso. Me he dado cuenta que mis emociones influyen mucho, gracias a ellas me he salvado de ser asesinada en más de una ocasión; pero no puedo seguir tentando a mi suerte, no quiero que la próxima vez que me vea en problemas me dé un bloqueo mágico y termine muerta ─confieso mis preocupaciones a la anciana que tengo en frente. Ella me escucha atentamente y me regala una sonrisa comprensiva que me genera paz.

─Cuando era joven y descubrí el don que tenía, me asuste bastante, era una magia poco conocida y suscitaba rechazo en los demás niños. Los adultos por otro lado estaban extasiados; pero para ellos solo era un misterio que podía traerles beneficios. En toda esa maraña, estaba yo, una niña que no comprendía bien el alcance de su fuerza y que se limitaba a seguir las órdenes que se le imponían ─una pequeña sonrisa acompaña el relato de la anciana. La manera en que lo cuenta no deja ver ni un atisbo de tristeza, más bien, percibo nostalgia y felicidad─. Cuando crecí comprendí que debía dejar que mis poderes fueran libres, que debía creer en ellos y sobretodo quererlos. Una vez me di cuenta de esto, mi vida mejoro y mis poderes llegaron a su máximo nivel. Aprendí que ser diferente es una carga; pero una que vale la pena llevar sobre los hombros ─sus palabras me emocionan porque de cierta manera yo me he sentido así desde que llegue a este mundo. El tema de la elegida me ha generado mucha presión y un deseo por tirar a la borda todo, con poderes incluidos─. El poder que yace en nuestro interior no viene con un manual, cada uno es distinto y especial. Se amolda a los sentimientos de su dueño, a sus necesidades; y de vez en cuando, toman decisiones por nosotros, por nuestro bien. No solo son masas de energía que expulsa nuestro cuerpo, son compañeros. Con más vida y voluntad de la que te puedas imaginar. La clave no está en dominarlos, está en trabajar en equipo, como una sola identidad ─se inclina levemente hacia mí─. Entiéndelos y tus preocupaciones desaparecerán.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora