Capítulo 36 Parte 3

1K 149 2
                                    

MICHELLE

─ ¿Tienes idea de la hora que es? ─masculla entre dientes sin cambiar el tono enfadado de su voz─, como se te ocurre andar divagando por el pueblo en el estado en que te encuentras.

─El tiempo se me paso volando ─respondo mientras me sorbo la nariz. Aparto lentamente su mano de mi hombro─. Ya me iba para mi casa.

─Eres una inconsciente. Solo causas problemas ─el pecho me arde; pero en esta ocasión no de tristeza.

─Cállate. No entiendo porque estás aquí molestándome, deberías estar en tu castillo de papel jugando al matrimonio ─espeto con todos los celos que almaceno dentro de mí brincando de un lado al otro. No logro apreciar su expresión ante mi comentario, esta tan oscuro que no distingo ni siquiera sus facciones.

─Estoy aquí porque aquella familia me pidió que los ayudara a buscarte. Desapareciste del hospital sin decirles nada y para colmo también le mentiste al caballero de Selene para escaparte de él ─menciona cada uno de mis últimos movimientos como un detective─, y ahora te encuentro en un parque sola, sumergida entre la oscuridad de la noche mientras te agazapas detrás de un árbol como si no quisieras que nadie te hallara.

─Quería estar sola. Eso no tiene nada de malo ─me defiendo ante sus acusaciones. No admitiré que mi dolor tiene su nombre inscrito.

─Es cierto. Pero tus acciones no tienen sentido ─flaqueo. Me muero si descubre mi secreto.

─ ¿Crees que me conoces? Pues no. No sabes nada sobre mí. Así que deja de actuar como si lo hicieses, es patético ─digo molesta y camino hacia los faroles del parque. Él copia mis pasos como si fuera mi propia sombra.

─No creo conocerte. Tú eres demasiado obvia que es otra cosa ─me paralizo, definitivamente él ha atado cabos y me ha descubierto. No obstante, mantengo la compostura e intento sonar desafiante.

─A ver, si soy tan obvia porque no me explicas que es lo que me pasa ─alzo los brazos en el aire.

Las luces destellantes de los faroles se cruzan con su rostro permitiéndome finalmente distinguir sus expresiones. Retengo el aire en mis pulmones presa del pánico que me está poseyendo. Si sus labios pronuncian las palabras que no quiero oír no sé si tendré el valor suficiente para negarlas.

─Estas todavía molesta por lo que sucedió en la ceremonia de sellado ─responde y suelto el aire guardado. Me recompongo para continuar nuestra discusión.

Doy gracias a Dios porque resulta que El Príncipe no es tan vivo como pensaba.

─Claro que sigo molesta; pero no me voy a escapar del hospital por eso. Suerte que soy yo la que cree que tu mundo gira alrededor mío y no viceversa ─comento sarcástica. Él rodea los ojos aburrido─. Para que sepas la princesa surgió de quien sabe dónde y me pidió que la llevara al castillo, como la vi tan extraviada decidí guiarla. Después vi este hermoso parque y quise descansar un rato aquí, me quede dormida y lo siguiente que recuerdo es tu presencia amargándome el paseo.

─Eres pésima mintiendo ─su mirada cae sobre mí con fuerza y me intranquiliza.

─No es mentira. Pregúntale a ella y verás que digo la verdad ─al menos esa parte es cierta.

─Me refiero al resto de tu relato ─afirma y aparto mi vista de sus ojos. Él no tiene forma de saber si miento o no─; pero no te preocupes, tus verdaderas razones no me pueden importar menos. Ahora mismo vamos a ir a la casa de los ilusionistas para que todo esto termine y quede liberado de ti.

─No tienes que acompañarme a ningún lado, puedo irme sola; por lo que ya quedas liberado ─espeto malhumorada y continuo el camino de adoquines que me guían hacia la salida.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora