Capítulo 35

1K 135 10
                                    


MICHELLE

Han pasado unas semanas desde que desperté del coma. Aun continúo presa en estas cuatro paredes. Pese a que mi herida ha cicatrizado y me molesta menos que antes, el médico ha querido que permanezca unos días más en observación.

La Sra. Amelia me vino a visitar junto con el resto de la familia, ellos habían estado muy preocupados porque no despertaba, por lo que cuando me vieron consciente no pudieron evitar derramar un mar de lágrimas.

Le pedí a la Sra. Amelia que me trajera hojas y carboncillo. Estar enferma es demasiado aburrido, por lo que he comenzado a dibujar para entretenerme. También le dije que me trajera mi diario. Afortunadamente, ella desconoce lo que es eso y jamás podría leerlo.

Nadie podría.

Apenas cae en mis manos, voy describiendo toda la odisea que viví en los últimos meses. Recalco infinitas veces el odio tan puro que le tengo al Príncipe, mi gran indignación y el sufrimiento que he padecido. Le dedico una página entera a su majestad, realizo una plana con el título: «El Príncipe es un idiota, estúpido, bastardo y malparido que debería morir», a mi parecer, no hay encabezado más elegante y descriptivo que este.

El sabio también vino a visitarme. Chequeo que mis sentidos estuvieran en perfecto estado y me aseguro que las piedras ya no serían un tema de preocupación. Me advirtió que tuviera más cuidado, ya que ahora mis heridas demorarían más en cerrar. También me notifico que el collar que se aferraba a mi cuello se destruyó y que ahora su poder solo reside en mi interior.

Mi familia postiza ha venido varios días para hacerme compañía, principalmente Izán que no ha parado de revolotear por toda mi habitación con sus locuras. Thrall se ha presentado junto con Ainhoa, ella se ha comportado bastante amable conmigo; pero aun así, continuo sintiendo un ambiente pesado cuando estamos juntas. También ha aparecido en otras ocasiones solo y me ha pedido disculpas por no haber podido frenar al Príncipe. Realmente no tiene por qué sentirse culpable y se lo he hecho saber, El Príncipe siempre hace lo que quiere sin importarle los demás.

Gracias a dios, desde el día que lo eche de mi cuarto no ha vuelto a poner un pie más sobre el hospital y no me sorprende, lo que si me extraño fue que él fuera la primera persona que vi apenas abrí los ojos, como si nunca se hubiera separado de mí; claro, después me dije a mi misma que eso era imposible y que seguramente fuera solo coincidencia.

No me acostumbro a la cicatriz que recorre mi vientre, después de contemplarla constantemente decidí ignorarla y pensar que no existe, sino mi autoestima terminara en el piso.

Hoy finalmente me darán de alta. Mientras la Sra. Amelia y los demás conversan con el médico, espero pacientemente en el jardín. Admiro el follaje de los árboles y los colores vividos de las flores, comienzo a bosquejarlas en el papel, doy trazos lentos y precisos.

Desde que llegue a este mundo, no había tomado una hoja para hacer algún dibujo. En mi otra vida me la pasaba siempre rayando mis cuadernos. Me la vivía con la nariz metida en la libreta y ahora que he podido tener un tiempo de descanso he querido regresar a esa costumbre.

─Que lindo ─escucho una voz dulce detrás de mí. Me giro y me encuentro con una joven delgada cuyos cabellos platinados le recorren majestuosamente hasta las caderas. No logro distinguir los rasgos de su rostro, ya que este está oculto por una capucha.

─Gracias ─digo automáticamente. Espero hasta que su presencia desaparezca; no obstante, ella se mantiene en la misma posición sin moverse. Me le quedo viendo para saber si es que quiere algo.

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora